Medios que dependen de Silicon Valley: El poder de Facebook y Google representa el mayor cambio de paradigma en la era digital.

La filantropía, muchas veces, se resume de la siguiente forma: un empresario acumula tan mayúsculo capital que distribuye cierto excedente entre la clase más baja para desactivar cualquier pretensión de mejora social. En lo referente al periodismo sirve para mantener vivas determinadas estructuras mediáticas inmersas en una crisis sin precedentes y, al mismo tiempo, expandir la doctrina económica que agrava su situación. A través de miles de millones de fondos privados invertidos en decenas de medios de comunicación principalmente europeos y estadounidenses, las corporaciones llevan décadas sufragando con sus fundaciones programas para financiar el periodismo. Hoy lo hacen entre proclamas a favor de la verdad y la democracia.

Ekaitz Cancela

Con la llegada de Internet, que ha digitalizado la piel del capitalismo, no solo no se han eliminado las dinámicas neoliberales que han azotado a los diarios durante los últimos años, sino que se ha ido un paso más allá. Bajo el mantra de la innovación, los medios están comenzando a depender del duopolio de Google y Facebook en lo que se asemeja a una versión beta de una nueva relación feudal adaptada al mundo digital. Si un artículo no se ciñe a sus normas, pierde posicionamiento y visibilidad. Nos encontramos así ante una suerte de imprenta global donde el ecosistema mediático comienza a girar en torno a las reglas de dos compañías, que determinan buena parte del proceso de creación de opinión pública.
Este tipo de filantropía se remonta a los años 1930, cuando la Fundación Rockefeller empezó a financiar los primeros programas de investigación en comunicación, aunque no fue hasta después del estallido de la Segunda Guerra Mundial cuando creció el apoyo directo a gran escala, gracias a la contribución de la Fundación Ford para establecer el sistema de televisión educativa estadounidense, que se convirtió en la Televisión Educativa Nacional (NET) en 1963. No obstante, el pico se produjo a principios de este siglo, después de que Bill y Melinda Gates levantaran su propia organización.
Entre 2009 y 2011, un total de 1.012 fundaciones financiaron 12.040 subvenciones relacionadas con medios de comunicación y la educación universitaria en esta rama por valor de casi 2.000 millones de dólares —alrededor de un cuarto de este total fue destinado a apoyar concretamente el periodismo. Pero de los 527 millones de dólares asignados a ese fin, el 65% provino de tan solo diez fundaciones (entre ellas la Knight, Ford o MacArthur), de acuerdo a los datos del Foundation Center, centro que publica información sobre el mundo de la filantropía. Las fechas no son casuales, sino que coinciden con la crisis financiera y también con la del modelo de negocio a través del que se financiaban los medios. Según estima el Pew Research Center, de 2005 a 2013, los ingresos por publicidad de los periódicos cayeron de 49.000 millones de dólares a poco más de 20.000 millones.
En EEUU, la crisis periodística fue más pronunciada porque el sector de medios apoyados por el gobierno era más reducido que en otros países europeos. Los pilares de su sistema de medios públicos son el Servicio Público de Radiodifusión y la Radio Pública Nacional (PBS y NPR por sus siglas en inglés), con una financiación de los contribuyentes que asciende a cuatro dólares per cápita. Nada comparado con los 50 dólares que reciben los medios de servicio público en Francia, los 91 dólares de Gran Bretaña o los 130 dólares de Alemania, Noruega o Dinamarca. Por otro lado, en total, las fundaciones donaron 13,4 millones de dólares al periodismo de investigación entre 2015 y 2016, según el Foundation Center. Un ejemplo concreto es el del fondo de Google para la innovación en noticias digitales, que desde 2015 ha otorgado más de 70 millones de euros a más de 350 proyectos en 29 países europeos.
La filantropía como horizonte neoliberal
Atrapados entre el cambio en el mercado de noticias y la negación de recurrir al sector público, la filantropía se ha presentado como la panacea a buena parte de los problemas de la prensa. Emily Bell, del Centro de Periodismo Digital de la Escuela de Periodismo de Columbia, es una de las voces que lo propugnan con más convencimiento: “El periodismo independiente necesita más que nunca una transferencia de riqueza de Silicon Valley. Las cuatro o cinco empresas tecnológicas líderes podrían donar mil millones para dotarle de un nuevo motor”. La idea no ha sido nada bien recibida entre los círculos más críticos. “Debemos recordar que las donaciones no son gratuitas, sino que constituyen una reorientación de los recursos públicos (dólares que podrían ir al gobierno si no fuera por generosas deducciones fiscales) a fundaciones no transparentes que inexplicablemente han asumido responsabilidades en la política mediática”, señala el sociólogo Rodney Benson, de la Universidad de Nueva York.
Pongamos un ejemplo actual del entramado tecnocrático que se ha generado. Una de las fundaciones más influyentes, la John S. and James L. Knight Foundation, anunció a finales de septiembre una iniciativa de 2,5 millones de dólares “para apoyar el papel del periodismo fuerte y de confianza como esencia para una democracia saludable”. La Comisión Knight estará presidida por Jamie Woodson, presidente ejecutivo y consejero delegado de Tennessee State Collaborative on Reforming Education, una organización que en 2013 recibió la financiación de los Gates‘ para seguir implementando sus planes disruptivos en la educación –como desarrollar sistemas pedagógicos para suplantar al profesorado por sistemas de inteligencia artificial y donde la extracción de datos es el principal fin–, y estará dirigido por el Instituto Aspen.
Esta última organización, que en España recibe el patrocinio de la plana mayor del Ibex 35 (Repsol, Telefónica, Caixabank, Acciona, Iberdrola), cuenta con el apoyo de las fundaciones Carnegie, Ford, Rockefeller y Gates. Entre los comisionados que monitorizarán que las investigaciones encuentren la forma de recuperar la confianza en el periodismo, destacan dos altos cargos de Google y Facebook.
Un asunto que también es digno de consideración es si el abrazo de las fundaciones surge por el rápido cambio en la práctica del periodismo impulsado por la tecnología digital. En este sentido, la posición central de los académicos contra las fundaciones es que son un componente importante en el establecimiento y mantenimiento de las estructuras existentes de control de la élite financiera y tecnológica. Según un estudio de 2007 realizado por Robert Arnove y Nadine Pinede, “las tres grandes fundaciones de Estados Unidos, Ford, Rockefeller y Carnegie, han desempeñado un papel crucial en la creación de un sistema de información mundial cada vez más interconectado con la potencia norteamericana como epicentro, promoviendo un enfoque elitista y tecnocrático del cambio social y la labor periodística”.
Dan Schiller, profesor emérito de la Universidad de Illinois y autor de distintos libros sobre la relación entre los medios y el capital en la era digital, lo resume de la siguiente forma: “En las últimas tres décadas de hegemonía neoliberal, las páginas y pantallas de los medios de comunicación integrados globalmente han ejercido una poderosa violencia simbólica, normalizando el poder de las finanzas y despolitizando a los lectores y trabajadores, a los que vieron como meros consumidores de los empresarios que financiaban la actividad periodística. Hoy en día, la nueva economía basada en el capitalismo digital es igual de susceptible a ejercer la influencia que llevó a cabo su predecesor”. Según distintas previsiones, Facebook y Google acapararán más del 60% de la inversión publicitaria en 2017. Aunque este dato solo tiene en cuenta de forma indirecta el poder que tiene Silicon Valley sobre la prensa que señalaba Schiller.
“La batalla que se avecina no será sobre el control de los mercados en el sentido tradicional. Se tratará de la batalla por el control sobre la información de los consumidores. Los titanes tecnológicos están en una carrera para ver cuál de ellos puede construir una mejor réplica digital de sus consumidores, lo que significa encontrar una manera de no solo recoger datos de usuarios, sino también dificultar dicha labor en sus competidores. Los monopolios de mañana no podrán ser medidos solo por la publicidad que nos venden. Estarán basados en lo mucho que saben sobre nosotros y cuánto mejor pueden predecir nuestro comportamiento respecto a los competidores”, señalaba un análisis de la Harvard Business Review. Y aquí está el quid: para Silicon Valley, los medios de comunicación son competidores directos a la hora de implantar su plan para controlar la información global.
Hacia una imprenta digital global

El académico de la Universidad de Columbia Efrat Ne-chushtai ofrece una de las lecturas más claras acerca del control que ejerce Silicon Valley sobre los medios: “El elemento más importante en las relaciones de Google y Facebook con las organizaciones de noticias es el hecho de que han llegado a proporcionar la mayor parte de la audiencia de sus noticias al mismo tiempo que son fuentes importantes de su crecimiento potencial, algo sin lo cual estos medios de comunicación no podrían existir”. Se trata de una especie de burbuja especulativa de las audiencias en la que los medios, gracias a los servicios de intermediación de estas dos empresas, llegan a muchas más personas de las que lo harían imprimiendo su periódico y distribuyéndolo. “Además –añade–, dotan a las organizaciones de noticias de herramientas para la producción de noticias, les proporcionan datos sobre el alcance de las historias y ofrecen herramientas de análisis e información”.
Todo esto tiene un precio. Según el académico, nos encontramos ante una nueva forma de captura corporativa que puede denominarse captura infraestructural: “Circunstancias en las que un organismo de escrutinio como son los medios no solo es incapaz de operar de forma sostenible sin los recursos físicos o servicios  digitales proporcionados por los negocios que en teoría supervisa, sino que depende de ellos”. Se trata del cambio de paradigma más importante que experimenta la prensa en la era digital, todo aquello que va desde reivindicar la independencia periodística frente a los editores y propietarios que han puesto en peligro la profesión durante las últimas décadas a ensalzar la dependencia de nuevos propietarios digitales y editores inteligentes. Como recuerda Nechushtai: “Incluso si las organizaciones de noticias mantienen la soberanía sobre sus plataformas y herramientas, la mayoría de sus lectores se generan ahora a través de plataformas como Google y Facebook”.
El analista Harry Browne interpreta este tipo de movimientos de una forma más profunda: “No existe un ‘interés público’ en el que, por ejemplo, Mark Zuckerberg y un refugiado sirio compartan una perspectiva común sobre un problema. En sociedades como la nuestra, los intereses son inevitablemente diversos y potencialmente antagónicos. Esto debería ser obvio, pero se esconde bajo los discursos de interés público, distintos pero que se superponen, del periodismo y la filantropía”. Según Browne, en la medida en que Google y Facebook equiparan la idea de “interés público” con combatir las “noticias falsas” que se generan en su plataforma –fruto de la influencia corrupta ejercida por el capitalismo digital sobre los medios–, estos últimos sucumben a una versión mitológica que en realidad suprime la diversidad y el pluralismo en línea para abrazar un “ecosistema de medios” monopolizados por dos corporaciones.
Browne se refiere a los planes que están llevando a cabo tanto Google, a través de la iniciativa de noticias digitales (DNI), como Facebook, con un proyecto periodístico que lleva su propio nombre. A primera vista, dos simples fondos para ayudar a los medios a sobrevivir se alzan como una de las primeras muestras de esta especie de relación similar a la que imperaba en el feudalismo entre los propietarios de la imprenta global y los periódicos, a los que tratan como sus inquilinos. Como lo definió The New York Times recientemente, ellos dos son “miembros de la realeza de la corte, los que proveen noticias de calidad son sus suplicantes y siervos”.
En definitiva, nos encontramos ante el intento por culminar la “aldea global” que predijo McLuhan, una forma sutil de señalar que la hegemonía cultural de la industria estadounidense se convertiría en un océano al que tienden las corrientes del resto de Occidente. Pero con una salvedad: la aldea global no nos conecta culturalmente, sino económicamente. Y nuestros datos, transportados por el libre flujo de capital, se concentran en Silicon Valley. En una ocasión el periodista del diario aleman Süddeutsche Zeitung Heribert Prantl señaló que los periódicos son vitales para el sistema. “Pero el sistema para el cual son vitales no se llama economía de mercado, ni sistema financiero, ni capitalismo, sino democracia”. Hoy pareciera como si no lo entendieran quienes depositan en el “nuevo periodismo”, es decir, en el digital, la fe ingenua de alcanzar una prensa verdaderamente libre.

https://www.lamarea.com/2017/12/27/silicon-valley/ - Imagenes: ‪Ordenador Político‬ - ‪buzzfeed.com‬

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