La UE, camino de incumplir el Acuerdo de París tras el frenado a las renovables

    •    El centro de estudios Climate Action Tracker ve “insuficientes” sus planes para reducir las emisiones de CO2 pues no encajan con el objetivo para limitar el aumento de temperaturas a 1,5º o, incluso, 2º C

La Unión Europea se ha ganado su reputación como líder mundial en políticas climáticas. Sin embargo, tras la entrada en vigor del Acuerdo de París (2015), la acción de la UE en este campo “aún no ha respondido eficazmente a la meta que persigue limitar el aumento de temperaturas a 1,5° C (respecto a las de la época preindustrial), según fijó el Acuerdo de París. Así lo dice un informe de la organización Climate Action Tracker, que ve “insuficientes sus esfuerzos”, lastrados sobre todo por el frenazo a las renovables. El pacto de París habla de limitar el aumento de temperaturas a 2° C y hacer esfuerzos para rebajarlo incluso a 1,5ºC.


Antonio Cerrillo

El objetivo que se ha planteado la UE para reducir las emisiones de gases para el 2030 representa “solo un ligero aumento en la tasa de acción climática en comparación” con lo que ha venido haciendo los últimos 25 años, añade el informe. Y esto ocurre justamente cuando “se necesita una aceleración significativa para lograr la descarbonización necesaria para mediados de siglo”. “Ni la tasa histórica ni la proyectada reducción de emisiones permitirán a la UE cumplir su objetivo para 2050 de reducir las emisiones totales de gases invernadero entre un 80-95% por debajo de los niveles de 1990”, añade el informe. Es reducción del 80 al 95% de las emisiones fue fijadas varios años antes de la adopción del Acuerdo de París. Y solo una reducción del 95% para 2050, es consistente con el objetivo de calentamiento a largo plazo del Acuerdo de París.
La propia UE admite que no va camino de alcanzar su objetivo 2030 con las políticas actualmente en curso, y está discutiendo un gran paquete de medidas destinadas a alcanzar el objetivo. De hecho, para acelerar la descarbonización del sector energético es clave que aumente la eficacia del régimen comunitario de comercio de derechos de emisión.
Térmicas de carbón, gran lastre
Las emisiones de CO2 del carbón representaron el 18% de las emisiones de la UE en 2015, y disminuyeron en 2016 tras el cambio al gas en el Reino Unido. Para cumplir con el Acuerdo de París, las emisiones de C02 necesitarían reducirse a casi cero para 2030.
Sin embargo, en este momento, solo Austria, Dinamarca, Francia, Finlandia, Italia, Portugal, Suecia, los Países Bajos y el Reino Unido – que representan el 26% de la capacidad de carbón de la UE- han establecido metas de eliminación que lo lograrían, mientras que los dos mayores emisores de carbón, Alemania y Polonia, que representan casi la mitad de la capacidad de carbón de la UE, aún deben abordar este tema.
Desaceleración de las renovables
En la UE ha habido una desaceleración en el desarrollo de fuentes de energía renovables que puede amenazar el logro de su exigua meta de emisiones para 2030. La potencia de energía renovable instalada en los años 2014-2016 fue un 40% inferior a la capacidad instalada en el período 2010 -2012, “y va completamente en contra de las tendencias mundiales donde el crecimiento de la capacidad renovable se está acelerando”.
Junto a las medidas para revertir la desaceleración en el desarrollo de la energía renovable, también debe haber un cambio radical en la acción significativa en los sectores de transporte y construcción.
En los vehículos eléctricos, solo dos estados miembros (Francia y los Países Bajos) han establecido objetivos, pero la UE en su conjunto aún no ha abordado esta cuestión y ahora parece estar a la zaga de los desarrollos en China, India, Noruega y California.
Un visitante observa una esfera en el pabellón de India en la conferencia sobre cambio climático de la ONU en Bonn (Patrik Stollarz / AFP)

Objetivos que no encajan y contabilidad cuestionada
La UE se ha planteado el objetivo de lograr al menos una 40% de reducción de los gases invernadero de 2030 en comparación con 1990”; pero esta meta “no encaja con una limitación del calentamiento a menos de 2° C”, y mucho menos con el objetivo de reforzar esa meta hasta situarla en 1,5º C. Por lo tanto, sus esfuerzos se juzgan “insuficientes”.
Si bien existe una corriente en el seno de la UE para aumentar su ambición de cara al 2030, a fin de reflejar el Acuerdo de París, esa posición es minoritaria. También reina la inquietud sobre la contabilidad propuesta por la UE para descontar emisiones de gases contabilizando las absorciones en los sumideros agroforestales (captación y neutralización del CO2 por los bosques en crecimiento, las prácticas silvícolas o el cambio de uso de la tierra).
El temor es que esas emisiones descontadas podrían ser usadas para hacer menguar la acción en materia de reducciones de emisiones de combustibles fósiles y otras emisiones industriales, lo que permitiría eximir a algunos sectores forestales de estas medidas. “Esto podría crear un precedente altamente adverso para las normas de contabilidad del Acuerdo de París que se encuentran actualmente en negociación”, dice el informe.
Por debajo de lo necesario
Además, “el objetivo de reducción del 40% de las emisiones está significativamente por debajo de lo que es necesario y alcanzable por la UE”, se añade. ¿Por qué? Entre 1990 y 2015, las emisiones de la UE disminuyeron en un 23,6%, o ligeramente por encima del 0,9% anual. Como resultado de esa senda, desde ahora hasta el 2030, las emisiones deben disminuir en aproximadamente un 1,1% anual para lograr un objetivo de reducción de emisiones del 40% para el año 2030. Per una continuación de esta tendencia conduciría a la simple reducción de emisiones de solo un 62% por debajo de los niveles de 1990 en 2050.
“Una aceleración significativa de la acción climática es esencial para alcanzar la meta de reducción de emisiones a largo plazo de 2050 de la UE para 2050”. “La UE también necesita aumentar su objetivo a largo plazo para reflejar el objetivo de aumento de la temperatura del Acuerdo de París, con reducciones del 95% para el 2050 que sean consistentes con el Acuerdo de París. “Disminuir la velocidad ahora requerirá una acción mucho más rápida y, por lo tanto, más costosa de lo que sería necesario en el período posterior a 2030”, se añade.

Fuente: http://www.lavanguardia.com/natural/20171109/432725164101/climate-action-tracker.html
--------
¿Puede Europa cumplir el Acuerdo de París?


La Organización Meteorológica Mundial ha confirmado estos días atrás un aumento récord de la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera en 2016. Y en 2017 hemos asistido, de nuevo, a la creciente virulencia del cambio ya acumulado: olas de calor y sequías persistentes que han puesto en riesgo cosechas y acceso al agua y disparado la peligrosidad de los incendios forestales; huracanes e inundaciones que sacuden y destrozan infraestructuras frágiles, y a veces no tan frágiles; un espectacular retroceso en el hielo del Ártico y un larguísimo verano que parece no tener fin.
Protestas ecologistas en una acción de bloqueo en la mina de carbón de Hambac, cerca de Kerpen, en Alemania (Philipp Guelland / EFE)

Todo esto supone un coste para el planeta, un coste para el sistema productivo y los presupuestos públicos pero, sobre todo, un coste para el desarrollo y para las personas, que es inmenso en el Sahel, y en países como Bangladesh o en islas como San Martin o Puerto Rico, pero grave también en Europa, Australia o California. Un coste muy alto, que sigue creciendo y que no es fácil reducir. Pero ¡sí se puede evitar que siga aumentando!.
Esta fue la convicción que llevó a los gobiernos de todo el mundo a respaldar el Acuerdo de París en diciembre de 2015, batiendo récords de participación y de tiempo de entrada en vigor un avance en la gobernanza global que, aunque tímido de cara al objetivo marcado, es suficientemente serio para incluir un mecanismo de puesta al día que exige incrementar nuestra actuación para compaginarla con los objetivos comprometidos.
Quizás por eso, cuando todavía estamos a tiempo, llega la hora de tocar la campana y exigir a nuestros dirigentes que salgan de la cómoda zona de confort en la que, gracias a Donald Trump, parecen haberse instalado.
El nuevo inquilino de la Casa Blanca se está esforzando en los ataques a las estrategias ambiental y energética de su predecesor, mientras zarandea foros de concertación multilateral y se repliega ante toda iniciativa de solidaridad con los colectivos más vulnerables.
Afortunadamente, la respuesta a su desafío ha sido unánime tanto dentro como fuera de las fronteras estadounidenses. Todos los países firmantes han mantenido su respaldo al acuerdo, al que se acaba de sumar Nicaragua dejando a EEUU junto con Siria como únicos países fuera del mismo si la salida anunciada llega a materializarse.
Junto a los gobiernos nacionales, alcaldes y gobernadores, y actores económicos y sociales muy distintos se movilizan por el cambio.¡Hasta China ha descubierto que es una buena ocasión para marcar distancias y adelantar un poco en su carrera por ganarse el podio en la geopolítica mundial!.
Bien están las muestras de adhesión y compromiso. Pero eso no basta. Las contribuciones anunciadas en el contexto del Acuerdo de París son insuficientes para alcanzar el objetivo. Por eso es importante el mecanismo de actualización que debe activarse en 2020, y de ahí que no podamos permitirnos el lujo de relajarnos ni retrasar las reformas estructurales serias que nuestras economías requieren.
Ahora bien, llegar a 2020 en condiciones adecuadas para activar un acelerón en políticas de cambio climático no es sencillo.
El efecto anestesiante Trump puede ser muy peligroso y exige que aquellos que se han comprometido activen de forma acelerada medidas que van más allá del anuncio oficial de cifras y objetivos.
Y en esto Europa sigue siendo clave. La Unión Europea aspira a algo más que a cumplir sus compromisos con el Acuerdo de París: quiere acompañar a los demás actores globales en la construcción de un futuro próspero compatible con la seguridad climática y a liderar la acción política para conseguirlo. Para ser creíble necesita ofrecer credenciales adecuadas lo que, en términos prácticos, implica un proceso convincente de descarbonización de la economía europea y una oferta seria de solidaridad y acompañamiento internacionales. Y aquí empieza la dificultad.
La Comisión Europea ha venido articulando su política climática de manera cada vez más transversal y compleja -¡como debe ser!-, ganando coherencia en los distintos frentes de emisión de gases de efecto invernadero y buscando una mejor integración de escenarios climáticos y necesidades de adaptación.
Pero ¿el esfuerzo europeo es adecuado? ¿La realidad sobre el terreno confirma lo que prometen sus líderes o Europa se mantiene alejada de lo que resulta necesario?.
Lo cierto es que, dos años después de París, sigue habiendo importantes claroscuros. Por un lado, la idea de una Estrategia Europea de la Energía, vieja aspiración de Delors recuperada por Juncker se abre paso en el “Paquete de Invierno” lanzado en noviembre de 2016 articulando propuestas novedosas para el sector europeo tanto en generación y renovables, como en funcionamiento del mercado eléctrico, infraestructuras de transporte y gobernanza.
A esto se suman las iniciativas en innovación y movilidad, las propuesta de economía circular, el incipiente debate sobre el futuro de una política agrícola común o el lanzamiento de la reflexión sobre qué sistema financiero y qué reglas al respecto pueden facilitar la transición a una economía sostenible y compatible con las necesidades del clima.
Todo ello se hace en un momento crítico para Europa. Por el desgaste del Brexit; por una crisis humanitaria y migratoria que no ha sido capaz de gestionar, y por una ola conservadora y nacionalista que dificulta enormemente el interés común y la coherencia estratégica con los objetivos de medio y largo plazo.
Este contexto explica la frustración que vivimos, también en materia de clima, incluido el compromiso con el Acuerdo de Paris.
El Brexit y la vergonzante reacción a la presión migratoria cuestionan el compromiso de solidaridad y la inteligencia política de Europa en el frente internacional. Y en el ámbito doméstico, las tensiones nacionalistas y las divergencias en las situaciones de partida empujan a la baja las propuestas cuantitativas de la Comisión, que, de por sí, ya habían optado por mantenerse en la parte inferior de la horquilla.
El resultado es que Europa se bate por un paquete energético insuficiente para construir sendas de medio y largo plazo adecuadas para la descarbonización completa de la economía europea. Y, sobre el terreno, países grandes como Alemania y España apuntan al incumplimiento de sus metas para 2020; Polonia se resiste todavía al concepto mismo de descarbonización y pocos Estados -entre los que, en este caso sí, se encuentra Alemania- se han tomado en serio el plazo para la descarbonización en 2050.
¿Qué podemos hacer? 
Hay varios “imprescindibles” a los que no debemos renunciar y que, en algunos casos, requieren una presión social y económica que acompañe y recuerde a los jefes de Estado y de Gobierno su compromiso.
El primer imprescindible se juega en la negociación interna. No es posible rebajar la propuesta de la Comisión sobre los objetivos europeos a 2030. Al contrario: es importante mantenerlos y reforzarlos.
El segundo es adoptar con firmeza un conjunto de medidas que aseguren la transición justa para los colectivos de trabajadores y las zonas en las que se concentra especialmente el ajuste del modelo económico. Francia ha lanzado un contrato de transición y Alemania explora y aplica medidas de desarrollo regional en zonas con una dependencia notable del carbón.
España haría bien en sumarse a este proceso, dado que después del carbón vendrá el automóvil y otros sectores industriales críticos, aunque cabría plantearse también qué ocurrirá con la agricultura o el turismo.
Hay un tercer “imprescindible” doméstico, las herramientas de gobernanza: Europa debe desarrollar los mecanismos que permitan coordinar las medidas domésticas con los objetivos comunes; adoptando y revisando trayectorias de largo plazo como las exigidas en el Acuerdo de París. Hoy por hoy nos vemos abocados a adoptar un paquete flojo cuya entrada en vigor coincidirá, precisamente, ¡con el momento en el que los países están llamados a actualizar sus compromisos!.
Por último, el gran “imprescindible” externo es el dirigido a los jefes de Estado y de Gobierno: qué papel quieren que Europa juegue en el mundo? Porque cualquier respuesta al respecto requiere una revisión al alza, con coherencia y ambición, de nuestros compromisos con el desafío del cambio climático.

Fuente: http://www.efedocanalisis.com/noticia/puede-europa-cumplir-acuerdo-paris/

Entradas populares de este blog

Científicos declaran oficialmente el fluoruro (flúor) como una neurotoxina

Francia: ‘Mi orina contiene glifosato, ¿y la tuya?’ Denuncia contra el polémico herbicida

Japón decidió deshacerse de todos los hornos de microondas en el país antes de finales de este año