Karl Polanyi: Crítica del mercado



La economía de mercado no es un sistema económico sin más. Es siempre, por su propia esencia, un sistema político-económico: porque es una forma de organizar la producción y la distribución de bienes que exige una organización social y política adecuada a su estructura y a su funcionamiento.

Una institución social cuya "estructura de apoyo" son la propiedad privada, la atomización de quienes participan en ella (individuos desocializados), la articulación de todos esos individuos a través de relaciones de compraventa (oferta y demanda) y su movilización y desplazamiento a través de los precios resultantes sometidos en permanencia a fluctuaciones y que exige un comportamiento orientado hacia la maximización calculada (y calculada necesariamente en dinero) del lucro de sus agentes, es una institución social que sólo tienen un sentido: el de organizar la producción y distribución de medios para la satisfacción de necesidades materiales; en ello empieza y en ello acaba. "La subsistencia se asegura fundamentalmente mediante instituciones económicas que actúan por móviles económicos y se gobiernan por leyes económicas. Las instituciones, los móviles y las leyes son específicamente económicas"

Si toda sociedad necesita organizar de alguna manera la producción y distribución de medios materiales para su subsistencia y la forma de hacerlo en la sociedad moderna es a través de una economía de mercado, esa sociedad deberá configurarse política y socialmente de modo y manera que sea posible aquélla, es decir, en tanto que sociedad para el mercado, en tanto que sociedad de mercado. De otro modo no podría disponer de los medios necesarios para su subsistencia. La configuración de la sociedad habrá de hacer posible así el cumplimiento de las "leyes económicas" y someterse a ellas sean cuales sean sus consecuencias sociales y políticas o, al menos, situando a éstas en un segundo plano frente a aquéllas

"Las mercancías son (...) objetos producidos para la venta en el mercado"; sin embargo, la tierra y el trabajo ni son producidos para la venta ni pueden serlo. "El trabajo no es más que la actividad económica que acompaña a la propia vida - la cual, por su parte, no ha sido producida en función de la venta, sino por razones totalmente distintas -, y esta actividad tampoco puede ser desgajada del resto de la vida, ni puede ser almacenada ni puesta en circulación. La tierra por su parte es, bajo otra denominación, la misma naturaleza, que no es producida por el hombre". Al no ser producidas para la venta, ni el uno ni la otra son mercancías en sentido estricto. Y, sin embargo, ninguna economía de mercado funciona sin su mercantilización. La combinación de estas dos características lleva a Polanyi a definirlas como mercancías ficticias. Y "la ficción en virtud de la cual esto tenía que ser así se (convierte) (...) en el principio organizador de la sociedad"

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