Argentina: Energía Nuclear: ATUCHA 2


EL MAYOR PELIGRO AMBIENTAL Y LA PEOR INVERSIÓN EN ENERGÍA

La central nuclear de Atucha es un complejo nuclear argentino subdividido en dos centrales, ambas ubicadas sobre la ribera derecha del río Paraná de las Palmas, cerca de Lima, en Zárate, provincia de Buenos Aires, a unos 115 km al noroeste de la ciudad de Buenos Aires.

Una de ellas es la central nuclear de Atucha I, la primera instalación nuclear de América Latina destinada a la producción de energía eléctrica.1 La segunda es la central nuclear de Atucha II, la cual fue construida adyacente a la anterior para aprovechar gran parte de su infraestructura.
En Argentina existe también la central nuclear Embalse ubicada en la localidad de Embalse, provincia de Córdoba. Todas las centrales nucleares del país son operadas por Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NA-SA).2
La construcción de la Central Nuclear Atucha I se inició en el año 1968, y su puesta en régimen se realizó durante el año 1974, entregando una potencia de 357 MWe con una tensión de 220 Kv al Sistema Argentino de Interconexión. Atucha II estuvo detenida por más de 20 años, reiniciándose las obras a mediados de 2007; el 28 de septiembre de 2011 se inauguró el proceso de puesta en marcha, por lo que oportunamente entregará 745 MWe, y pasará a ser la máquina de mayor potencia unitaria del sistema interconectado nacional, posición que ahora ocupa la de la Central Nuclear de Embalse. El 3 de junio de 2014 a las 9:02 horas, la central nuclear Atucha II alcanzó su primera criticidad.
1.700% de ineficiencia en la gestión de la balanza energética
Al inaugurar la central Nuclear Atucha 2, el ministro de planificación Julio De Vido evitó toda mención a los peligros y riesgos ambientales de la energía nuclear en general y de Atucha 2 en particular, y dio algunas precisiones económicas parciales que vale la pena mirar de cerca.
El ministro recordó, como si fuera una buena noticia, que “desde el 2006 hasta el presente, el Estado invirtió 14 mil millones de dólares en el desarrollo de la energía nuclear.”
Otras informaciones nos dicen que el costo de una central nuclear nueva, desde cero, es del orden de 3 mil millones de dólares; y que Atucha 2 tuvo un costo adicional de unos 2 mil millones por el atraso en su construcción.
La central nuclear aportará 745 megavatios de potencia al sistema interconectado nacional cuando esté funcionando en su plenitud. Las notas de los medios oficialistas destacan que esto significará además un ahorro en la balanza comercial energética del orden de los 1.500 millones de dólares.
En esta nota sólo hacemos un somero listado de los peligros y daños ambientales de la energía nuclear y de las alternativas energéticas con las que contamos y desarrollamos, por razones de espacio, sólo una de ellas en cada caso.
La invisibilización de los peligros y daños de la energía nuclear
En los setenta años de existencia de la tecnología para la generación de energía por fisión, no se ha conseguido dar una solución satisfactoria al problema de los riesgos que comportan los materiales radiactivos debido a posibles accidentes, mala manipulación, vertidos y fugas a lo largo de todo el ciclo nuclear y de los descomunales residuos radiactivos producidos en él, que son el talón de Aquiles de esta tecnología [1].
Los residuos nucleares ya existentes son un grave problema al que hay que buscar solución, y la mejor forma de comenzar a actuar, es dejando de producirlos. Las distintas justificaciones que se han ofrecido para la construcción de plantas nucleares han caído en el descrédito. El argumento que afirma que esta energía no produce gases de efecto invernadero, resulta paradójico frente a la enormidad de los argumentos adversos que esta tecnología comporta. Y llaman poderosamente la atención con su esencia falaz, en boca de teóricos y políticos. Esta tecnología es insustentable por naturaleza y la más cara para la producción de electricidad en toda la historia humana.
La nucleoelectricidad nació de la mano y como vehículo de la era atómica. El gigantesco y diversificado operativo montado por los Estados Unidos en pos del desarrollo de la primera bomba y de la carrera misilística que le siguió, que concluye con las dos bombas atómicas a finales de la Segunda Guerra Mundial. 
La situación de los años sesenta agregó justificaciones a la nucleoelectricidad, con el fantasma del inminente agotamiento de las reservas petroleras, que se habían calculado entonces, para apenas 20 años más. La política internacional fomentó entonces en dos décadas siguientes, un incansable aliento a que los países en desarrollo instalaran sus centrales nucleares de potencia. Argentina no fue la excepción, y puso en marcha Atucha I aguas arriba del Río Paraná, a 7 km de la ciudad de Lima, Partido de Zárate[2] en 1974, apenas a 70 km en línea recta de la ciudad más densamente poblada y mayor centro productivo del país. Y Embalse Rio III, en la provincia de Córdoba en 1984.
La catástrofe del reactor de Chernobyl ha demostrado que los intentos de controlar la potencia de la división del átomo fallan y ocasionan consecuencias sociales y ambientales muy graves, y tal como en Fukushima, se desmorona el argumento de que estete tipo de cosas nunca pueden suceder.
En todas las fases del ciclo del combustible nuclear se liberan o se acumulan materiales radiactivos, hecho que se ha desatendido y ocultado durante mucho tiempo así como el efecto letal de la radiación de bajos niveles[3]. El material nuclear, en un contexto de corrupción gubernamental y ausencia de control como el que existe hoy en nuestro país, es un riesgo adicional de robo y/o atentados, como los padecidos ya en el país.
La minería del uranio ha producido conflictos con poblaciones locales que no se benefician con la extracción y que deben soportar los riesgos de la misma, como las poblaciones de Carlos Paz (Mina Los Gigantes, Córdoba), Malargüe (Mina Huemul, Mendoza) o proyectos tales como el de Gastre, en la provincia del Chubut. La CNEA (Comisión Nacional de Energía Atómica) lleva años de desmanejo ambiental. El Programa PRAMU creado hace casi diez años para la remediación de todos los pasivos ambientales de la industria nuclear, no se ha ejecutado. A una década, no hay respuestas. Muchas actividades productivas no contaminantes se ven vedadas en estos sitios.
Un mero ejemplo: En 1978 se iniciaba la explotación de las reservas uraníferas en el Valle de Punilla, Los Gigantes, a partir de un convenio de la CNEA violando la Ley 24472 al concederle a un particular la mineración del uranio con el agravante de ampararlo bajo la ley de Obras Públicas para salvarlo de cualquier riesgo empresarial.
El resultado: un embalse abandonado de 8 hectáreas contaminado con líquidos acidificados con trazas de uranio, radio y radón, desbordado con las lluvias, drenando cauce abajo a la cuenca del Lago San Roque[4] que provee además, el agua potable a la ciudad de Córdoba. Situación similar se vivió en Malargüe, Mendoza, hasta que luego de años, la CNEA, que había negado sistemáticamente el problema, empezó a hablar de remediación.
En ningún momento se incluye en el valor del Kw/h los costos de remediación, los costos de transporte y seguros, los costos de puesta en marcha de las centrales, los costos de prospección y extracción de uranio, el cierre de minas agotadas, los valores millonarios de la desactivación, clausura y confinamiento de las usinas al fin de sus vidas útiles, y fundamentalmente, los costos de protección y control por miles de años, de los sitios adonde se depositen los desechos. Todo ello hace, honestos cálculos mediante, que la energía nuclear sea muchísimo más cara que la que jamás haya existido.
Se ha minimizado, se ha ocultado información, se ha impedido el acceso a las investigaciones internas. Los investigadores hemos recibido las angustiosas declaraciones de trabajadores de las áreas de operación con material radiactivo, a los que no se les permitía revisar los resultados de los estudios médicos periódicos. Hemos presenciado la caída del proyecto GASTRE al desenmascarar que un informe geológico del área elegida era copiado del basamento rocoso sueco, y que el emplazamiento se hallaba sobre una falla geológica, cuando formalmente se había declarado como “zona sismica cero”. Podríamos aquí seguir ampliando y enumerando casos puntuales. Pero el objetivo es evidenciar que el discurso que envuelve la promoción de esta manera de generar energía es un discurso que vela el real peligro y el costo social, ambiental y económico de la misma.
Otras alternativas energéticas. El uso racional de la energía
La mejor alternativa es y fue siempre el uso racional de la energía. También fue la alternativa sistemáticamente ignorada: ahorrar energía da independencia y autonomía, pero no genera ganancias y no tiene prácticamente posibilidades de corrupción.
Por ejemplo, como decía la nota publicada en mayo de 2013 (http://renace.net/?p=3361), cuyos argumentos se replicaron luego desde otros lugares[5],[6] , sólo cambiando los pilotos mecheros de los calefones y estufas de los 7 millones de usuarios conectados a la red de gas natural por encendedores piezoeléctricos, se podrían ahorrar unos 500 millones de dólares en gas importado desde Bolivia, el gas más barato que importa la Argentina. La inversión en reemplazar todos los pilotos es del orden de los 200 millones de dólares, por única vez; la ampliación de los usuarios conectados a la red indica la tendencia a que este ahorro de energía será cada vez mayor.
Comparemos:
Atucha 2 – inversión, por lo menos unos 5 mil millones de dólares; mejoramiento de la balanza energética: unos 1.500 millones de dólares anuales.
Mejoramiento balanza energética/inversión=1.500/5.000= 0,3
A estos gastos que a la inversión inicial inmediata hay que agregarle los gastos de funcionamiento y mantenimiento de la central nuclear; y los gastos de gestión de la central nuclear una vez que termina su vida útil, y de los residuos nucleares, de las llamadas cenizas nucleares, que son mucho mayores que la inversión inicial, y durante tiempos tan largos que podríamos decir “para siempre”.
Cambio los mecheros – inversión: unos 200 millones de dólares; mejoramiento de la balanza energética: unos 500 millones de dólares anuales.
Mejoramiento balanza energética/inversión=500/200=2,5
Esto significa que es casi 17 veces más redituable (1.700% más eficiente) este uso racional de la energía (contabilizando sólo la inversión inicial) que el desarrollo de la energía nuclear en lo que hace al mejoramiento de la balanza energética.
Otros usos racionales, otras opciones energéticas
La sustitución de los pilotos a gas por pilotos piezoeléctricos es sólo una de las pequeñas posibilidades de uso racional de la energía y cambio de la matriz energética.
El uso racional de la energía y la diversificación de la matriz energética tiene múltiples alternativas, de la cual la energía nuclear es claramente muy perjudicial y largamente más ineficiente.
Otras alternativas son:
· Uso racional de la energía en las estufas de tiro balanceado, que así como están diseñadas e instaladas pierden por lo menos la mitad de la energía calórica.
· El aprovechamiento de las energías renovables
o Solar (térmica, eléctrica y biológica)
o Eólica (molinos y turbinas, mecánica y eléctrica)
o Geotérmica (electricidad y calefacción)
o Mareomotriz (eléctrica)
o Biocombustibles líquidos a partir del cultivo de algas
o Otros biocombustibles
· Producción de gas a partir de residuos orgánicos urbanos y rurales.
· Ahorro energético por reciclado de residuos
· De manera inmediata la promoción de la instalación de calefones solares
· Refrigeración solar
· Desarrollo del transporte fluvial
· Promoción de la producción local para disminuir la necesidad de transporte a media y larga distancia.
· Promoción de la producción agroecológica, de bajos insumos energéticos.
· Promoción del uso del transporte colectivo en vez del transporte individual.
· Promoción de la fabricación y uso de la bicicleta como transporte urbano.
· Promoción del transporte eléctrico urbano, con el correspondiente desarrollo de la fabricación de motores eléctricos y baterías de alta eficiencia, con su recuperación y reciclado.
· El desarrollo del hidrógeno como vector energético que permite, entre muchas otras virtudes, superar las limitaciones temporales de las energías renovables.
· Forestaciones diversificadas con fines múltiples, que incluya el aprovechamiento energético.
· Promoción de la producción y uso de estufas y cocinas a leña de alto rendimiento y eficiencia.
Además, nuestros equipos de investigadores, en vez de estar orientados al desarrollo de la peligrosa y obsoleta energía nuclear, con los inmensos riesgos que genera, se dedicarían, por ejemplo, a la optimización del aprovechamiento de las energías alternativas, el hidrógeno como vector energético y la producción de motores eléctricos y baterías de alta eficiencia que contemplando todo su ciclo de vida.
Entonces sí nos podríamos insertar en el mundo con el desarrollo de la buena tecnología que todos estamos necesitando.-
* Ing. Claudio Lowy, BIOS, RENACE – ecolowy@gmail.com (011) 15-64675187
* Lic. Silvana Buján, BIOS, RENACE – ecosil@copetel.com.ar (0223) 155019937
[1] Los radionucleidos existentes en los residuos nucleares y en los materiales irradiados, emiten radiaciónes Alfa, Beta y Gamma ependiendo del tipo, por lo que se pueden clasificar como de baja, media o alta actividad. La radiación Alfa es fácilmente manejable, no así los rayos Gamma, que atraviesan gruesas paredes de plomo, y teóricamente, no hay modo de detenerlos.
[2] Carlos V en su Decreto Real de 1523 señala que todo establecimiento contaminante debía instalarse aguas debajo de las ciudades
Testo e Imagenes: http://www.surfrider.org.ar-
Foto Charles Levy

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