Selección

Por Yael Barcesat

La frase “yo soy así” tiene el poder de desactivar cualquier asomo de cambio. Uno queda preso del contorno de su personalidad, definido para siempre por la forma en que se comportó hasta el momento. Lo mismo ocurre con la vida cotidiana.
Toda tendencia se continúa a sí misma de no mediar una poderosa voluntad de cambio. Las cosas que hacemos ejercen una atracción sobre nosotros, como si tuvieran su propio campo gravitatorio, y en el momento menos pensado nos sorprendemos deseando la repetición de lo que pasó ayer a esta misma hora. Desde comer un caramelo hasta pensar en alguien… Todo lo que es agradable parece tener la pretensión de acostumbrarnos y llegar a ocupar un lugar en nuestra rutina.
Al final del día sobreviene la sensación de que el tiempo fue descaradamente robado frente a nuestra nariz, mientras silbábamos distraídamente soñando con los proyectos relevantes para los que algún día habrá tiempo…
De no prestar atención a este fenómeno pronto descubriremos que la vida cotidiana se llenó a tal punto de la inercia de estos hábitos, que no alcanza más la duración de la jornada para cumplir con todo lo que ganó el status de rutina. Filtrar esas costumbres instaladas de manera involuntaria, muchas veces inadvertida, se vuelve fundamental a la hora de lograr una buena administración del tiempo.
El tiempo no se llena de la misma forma que un recipiente. Se puede tener la agenda llena de actividades que cubren la vista como ladrillos apilados, pero si una propuesta atractiva se presenta, el tiempo adquiere una consistencia maleable y se encuentra una brecha de horas donde parecía no haber ni un segundo.
Es entonces cuando se percibe la inercia de las conductas que llenan los intersticios del día sin haber sido siquiera elegidas, y que terminan por constituir una rutina no deseada.

Fuente; tuverde.com
Imagenes: harias.wordpress.com - fitnessdeportes.com

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