Argentina: Los peligros del monte y la selva


Por Fernando Rovelli

Las topadoras y los aviones fumigadores son las nuevas y mortales acechanzas que caen sobre los paraísos perdidos de nuestra infancia destrozando nuestros sueños atávicos de vivir con la naturaleza y crecer en ella.
Hasta hace pocos años los pobladores del norte argentino vivíamos inmersos en las hermosas leyendas contadas por los antiguos de los maravillosos seres que habitaban nuestros bosques, muchos de ellos nos atemorizaban como atemoriza lo innombrable, lo numinoso, lo no comprendido.
Hoy los peligros que nos amenazan también lo hacen con los seres protectores de la foresta nativa, los peligros vienen desde afuera, los peligros llegan con los monstruos mecánicos que arrasan inconteniblememte el hogar de nuestros dioses tutelares.
Las topadoras y los aviones fumigadores son las nuevas y mortales acechanzas que caen sobre los paraísos perdidos de nuestra infancia destrozando nuestros sueños atávicos de vivir con la naturaleza y crecer en ella.
Los desmontes, la desaparición de los árboles y los animales autóctonos son la consecuencia directa de estos nuevos imaginarios humanos que se vuelven pesadillas implacables de las lógicas de producción y consumo en tributo a los nuevos dioses tecnocráticos que han perdido la memoria de la tierra y la escala de la armonía planetaria.
Los cuentos y leyendas de la selva representan el horizonte simbólico de toda una cultura que desaparece rápidamente con su paisaje, los duendes peligrosos del imaginario ya no nos hacen daño, ni siquiera sacralizan lo negado de nuestras existencias, lo temido y poderoso en las fuerzas naturales.
Hoy son otros los duendes, los peligros del alma se acrecientan con los duendes transgénicos, la hechicería genética y la manipulación seminal que no ofrecen, como aquellos otros peligros, el refugio primigenio de la comunidad y la espesura, el abrazo de la tierra y el alimento cotidiano, los duendes transgénicos desatan sin piedad las mas oscuras amenazas de que tengamos memoria.
Podremos detener el mal y conjurarlo? Podrán nuestros rituales reconciliarnos con la tierra madre? Nuestras selvas y montañas no pueden defenderse solas, no pueden restaurar el crecimiento originario, no pueden sobrevivir a tanto ensañamiento con espadas de acero y nubes de agrotóxicos, es necesario que repoblemos de símbolos nuestros sueños , que marchemos lentamente hacia la “tierra sin mal” de nuestros antiguos padres selváticos, que paremos desde nuestro corazón los ataques a la biodiversidad y la cultura antes que todo acabe, antes de que, junto a la desaparición de los últimos relictos de espesura, desaparezcamos también nosotros.
Escrito para los humildes de corazón, para los guerreros de la luz.
Jujuy
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