¿Dónde arribará la cumbre que avanza por el cauce de un mismo río?





En Río+20, ¿por qué no hemos de bajar la mano amiga hasta la tierra, y acariciarla en forma consoladora?
Veinte años después, Río de Janeiro tiene el singular privilegio de convertirse, por segunda vez, en el escenario donde se juega la vida o la muerte de las esperanzas o certezas de que sea posible un futuro inmediato de desarrollo sostenible. De ahí que miles de personas, incluyendo cientos de jefes de estado o de gobierno, se darán cita para discutir los graves problemas que amenazan al medio ambiente y proponer las soluciones urgentes que se avizoran como necesarias, viables y justamente provechosas para toda la humanidad.
La Cumbre oficial de la ONU y la Cumbre de los Pueblos son, tal parece, dos prismas que reflejan, en ángulos de diversos grados, los rayos luminosos  que emiten los diversos componentes de  la agenda global para el desarrollo sostenible, desde la primera cita en Río en 1992, tales como son la Diversidad Biológica, el Cambio Climático y la Lucha contra la Desertificación y otros asuntos sociales asociados. De los encuentros y desencuentros, de las coincidencias y divergencias de ambos foros, dependerán los resultados que nos permitan afirmar si se llega a la cima o al abismo en la búsqueda consensuada de un acuerdo por parte de los países ricos y pobres y que exprese la voluntad política de los gobiernos y de los pueblos de los estados.
La alerta lanzada por Fidel en la primera Cumbre de Río de que la especie humana estaba en peligro de extinción, sigue siendo una referencia vigente y un acicate para incrementar la lucha, por las razones esgrimidas entonces y por muchas otras que se han ido acumulando en dos decenios.
La Tierra, el hogar de millones de especies, incluyendo los seres humanos, y único escenario, hasta ahora, de la existencia de la vida, tal parece convocarnos a verla más allá del círculo estrecho de los metros o kilómetros en que se desarrolla la actividad individual humana y del espacio de tiempo limitado de la vida de cada ser.
Pisamos un palmo de tierra cualquiera, afincamos nuestra existencia y razón de ser en él, disfrutamos las alegrías y sufrimos nuestras tragedias en ese medio ambiente cercano, en el que la naturaleza y el medio social interactúan y se influyen favorable o destructivamente. Esta tierra tan cercana quizás merezca nuestra preocupación, y lo que pase en ella podamos percibirlo como un acontecimiento paradisíaco o como un cataclismo, en dependencia de su significación real para nuestro bienestar, salud y desarrollo. 
Y quizás no tengamos en cuenta -¿quién puede contar tantos años?- que la Tierra se formó hace aproximadamente 4500 millones de años y que la vida surgió en un período de 1000 millones de años después.
Pero en cuanto a pronósticos quizás sea de mayor interés el dato de que se espera que la Tierra sea habitable por alrededor de otros 500 millones de años a partir de este momento. Alguien puede afirmar que es demasiado tiempo para que un simple mortal, cuya longevidad mayor podría ser de 100 a 120 años, se esté preocupando por un hecho de tan dilatada duración. Pero se trata de que esa cuota de extinción de la vida de los seres vivos la irán pagando de una forma u otra, imperceptible o trágicamente, pero ineluctablemente, todos los seres, incluyendo el hombre.
Por eso el hombre, protagonista principal de los cambios decisivos en el planeta, tiene un papel fundamental en prevenir una tragedia anticipada  -y quizás hasta abrupta en caso de una guerra nuclear- de los seres vivos y, en particular, de los seres humanos.
Razón tenía José Martí cuando expresó: “Vivir en la Tierra no es más que un deber de hacerle bien. Ella muerde y uno la acaricia. Después, la conciencia paga. Cada uno haga su obra.”
Y ante las expectativas que el mundo tiene de la llamada “Cumbre Río+20”, son muy atinadas y precisas estas ideas del Maestro: “Si la tierra espera y oye, ¿por qué no hemos de bajar la mano amiga hasta la tierra:”
De modo que sea imperativo que los representantes oficiales de los gobiernos y los representantes populares de las organizaciones sociales presentes en las Cumbres de Río, en la actual coyuntura y en las otras muchas venideras en los próximos años, siglos y milenios, deban tener en sus conciencias las ideas cardinales que deciden la salvación de la humanidad y la prolongación de la vida en el planeta tierra: Vivir en la Tierra no es más que un deber de hacerle bien. Esa es nuestra obra ecológica y social. ¿Por qué no hemos de bajar la mano amiga hasta la tierra, y acariciarla en forma consoladora? ¿Por qué no pensar y actuar con sensatez y cordura? Ella espera y clama por esa acción urgente. 
Independientemente de las expectativas sobre los posibles resultados, existen presagios de que no pueda alcanzarse, por el egoísmo y estupidez de los estados ricos, el consenso necesario y, por lo tanto, el remedio que demandan las realidades que afectan tanto a los ricos como a los pobres de este mundo. Así que aún no podemos predecir hasta dónde arribará la Cumbre que ahora viaja en la corriente discursiva de Río de Janeiro
Imagenes: espanol.rfi.fr - mesaredonda.cubadebate.cu- vanguardia.com

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Cumbre de los Pueblos paralela a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible, Río+20
Cooperación de los BRICS entre el cielo y el infierno

IPS
Los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) tienen ante sí una elección clave: optar por una cooperación "del bien", en busca del desarrollo sostenible, o una alianza "del mal", que siga los pasos de la ayuda tradicional, que criticaban cuando eran sus beneficiarios.
Esa fue la conclusión de un debate sobre los desafíos de sostenibilidad de los BRICS, en la Cumbre de los Pueblos paralela a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible, Río+20. 
Países como Brasil, si bien no dejaron de recibir ayuda internacional, por el tamaño de sus economías también se han convertido en donantes mundiales, expuso Adriano Campolina, de la filial de ActionAid en Brasil. 
Al mismo tiempo que su gobierno promueve la pequeña producción agrícola familiar para combatir la pobreza y la desigualdad y mejorar la seguridad alimentaria, Brasil multiplica la "agricultura patronal", basada en los monocultivos y en la concentración de la tierra, que crea desempleo y afecta el ambiente, describió el activista más tarde a TerraViva. 
"Esas contradicciones se terminan reproduciendo en su estrategia de cooperación", alertó. 
Por un lado, el gobierno promueve una cooperación técnica "del bien" con países africanos, en agricultura familiar y autosuficiencia alimentaria, por ejemplo. 
Por otro, practica "una cooperación del mal", como la que promueve el desarrollo de su propia tecnología para producir etanol de caña de azúcar y adquiere tierras a gran escala en terceros países para implantar monocultivos como soja o caña, repitiendo el modelo del agronegocio nacional, describió. 
Olga Ponizova, del Centro para el Desarrollo Sustentable de Rusia (Eco-Accord), describió una estrategia similar en su país, como el apoyo de Moscú a la "exportación" de reactores nucleares a través de subsidios. 
"El desafío es que no por ser más ricos repitamos, como donadores, la estrategia imperialista de cooperación pasada", sostuvo Vera Masagão, de la Associação Brasileira de Organizações não Governamentais. 
Es posible aplicar una "cooperación del bien" o "solidaria", exportando experiencias de éxito que son fruto de años de conquistas sociales, propuso. 
El problema más grave, según el brasileño Sergio Schlesinger, es otro tipo de cooperación que, si bien no es contabilizada oficialmente, es más voluminosa en recursos invertidos. 
Se trata de la participación del sector privado brasileño en la cooperación internacional a través de subsidios otorgados por instituciones estatales como el Banco Nacional de Desarrollo, describió Schlesinger, de la Federação de Órgãos para Assistência Social e Educacional. 
Ese tipo de asistencia subsidiada para proyectos en países con los que se coopera acaba beneficiando a transnacionales brasileñas de petróleo, minería, infraestructura y agroalimentación. 
El especialista detalló la estrategia brasileña de "de multiplicar el número de países abastecedores de etanol" en África, Asia y el resto de América Latina, sin monopolizar el mercado mundial. 
"Brasil percibió que su deseo de ser un gran proveedor mundial de biocombustibles no podría concretarse con él como único productor, y por eso comenzó a estimular a otros países –la mayoría en África– a invertir en eso", explicó a TerraViva. 
Ese tipo de cooperación tiene intereses poco claros, describió. 
El temor de Masagão es que se repita "lo que hacían países del Norte, criticados por prácticas prohibidas como condicionar la ayuda a la compra de productos o tecnologías propias". 
El brasileño Adhemar Mineiro, estudioso de las economías BRICS, señaló las consecuencias socio-ambientales de ese esquema. 
"Con la internacionalización de sus empresas, Brasil se ha convertido en el gran proveedor de minerales, energía y agroalimentos", describió el economista. Ese modelo de explotación de recursos naturales en Brasil parece "insustentable", pero se lo aplica en el exterior, alertó. 
La sudafricana Marcia Andrews, de Peoples Dialogue, propuso ejercer más control para estudiar y evitar mecanismos de cooperación como los descriptos por parte de Brasil y de China. 
"Ninguno de los BRICS tiene un historial de desarrollo sostenible limpio", indicó. 
En este aspecto, apuntó Andrews, es preocupante la inclusión de su país en los BRICS, que atribuyó a la presión de China, que ve a Sudáfrica como una "puerta de entrada" al continente africano para sus inversiones y su comercio. 
Pero poner de manifiesto estas contradicciones no es tan sencillo en países como Sudáfrica o Brasil, gobernados por partidos de tradición izquierdista y centroizquierdista, que protagonizaron largas luchas por la libertad y la democracia. 
"¿Cómo construir una oposición hegemónica contra gobiernos que se dicen progresistas?", se preguntó Andrews, articulando una inquietud que ya es de muchos en la Cumbre de los Pueblos.

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