Chile: Mujeres de la ciudad en penumbra


En 2006 Tocopilla fue declarada Zona Saturada de Contaminación. Sus habitantes y organizaciones sociales -comandadas mayoritariamente por mujeres- llevan años buscando soluciones al polvillo que impregna sus casas, a las lluvias de cenizas que caen sobre sus colegios y a los altos índices de cáncer que existe en sus habitantes, una cifra que triplica al promedio nacional.

En abril del año pasado, una capa de polvillo blanco cubrió el patio del Colegio "Sagrada Familia" de Tocopilla. Las baldosas del gimnasio, los escasos árboles que se reparten por el recinto, las murallas y techos -ya teñidos de gris por las partículas de las empresas termoeléctricas instaladas en la ciudad-, y todos los vidrios quedaron cubiertos con una película blanquecina de penetrante olor. Fue antes del primer recreo de la jornada de la mañana. Nadie se dio cuenta cuando comenzó a caer. Mientras caían, las partículas eran muy finas, imperceptibles.
-Era como la nieve, pero sabíamos que era algo peor -dice Fresia Jaug Villagra, la directora del colegio, quien ordenó que los niños permanecieran dentro de las salas de clases.
El colegio Sagrada Familia es el único establecimiento particular subvencionado de Tocopilla, tiene mil doscientos alumnos y pertenece al Arzobispado de la Segunda Región. El recinto -que tiene 51 años- está ubicado en la calle Serrano, en el sector sur, donde comienza el centro de Tocopilla. Justamente ese es su gran dilema. Lo rodean las instalaciones de las cuatro empresas más importantes de la ciudad: Norgener, E-CL, Soquimich y la refinadora de cobre Lipesed, las mismas que han sido cuestionadas por los organismos medioambientales y las causantes de que en 2006 la entonces Comisión Nacional del Medio Ambiente declarara a esta cuidad como Zona Saturada de Contaminación.
-No fue necesario buscar respuestas para saber el origen de polvillo. Al poco rato llegó una cuadrilla de trabajadores de Soquimich a limpiar el lugar, y luego el administrador de la planta nos envió una disculpa. Lo que nunca quedó claro fue el origen del problema.
Fresia Jaug, quien lleva 19 años en la dirección del colegio, comenta que al parecer hubo un problema en el embarco del salitre que llega a la planta. No aplicaron las medidas de control obligatorias -el cargamento debe hacerse cubriendo el salitre- y el viento -una constante en la costa tocopillana- esparció las partículas que "encapotaron" el colegio.
-Ha sido el problema más grave que hemos tenido, pero no el único -dice el profesor René Cerpa, quien es el encargado de seguridad del colegio.
-En otras ocasiones hemos sufrido lluvia del polvillo oscuro, que sale de las cuatro chimeneas de las dos centrales termoeléctricas que existen en la ciudad. Todos los días ese hollín ensucia las casas y las calles, pero ha habido momentos en que cae como una tormenta de cenizas -explica un profesor que prefiere mantener en reserva su identidad. Algunos de sus familiares trabajan en esas empresas.
En la Escuela D- N7, Carlos Condell de la Haza -que está a menos de una cuadra del Colegio Sagrada Familia- ya dejaron de llevar la cuenta de estas "lluvias de cenizas" que se esparcen continuamente por su patio y del hollín que ennegrece todas las construcciones de Tocopilla, aunque recuerdan la que ocurrió la mañana del miércoles 4 de marzo de 2009. Entonces los niños, que estaban en recreo, comenzaron a jugar con el polvillo que se fue haciendo más grueso y oscuro. Cuando las camisas de sus uniformes se mancharon de gris, corrieron a sus salas.
-El polvillo después no salía de la ropa. Y comenzaron las molestias físicas, los ahogos, las toses, la picazón de garganta. Porque no hay que ser científico para saber que ese polvillo es tóxico. Se mete por las narices y hay algunos días en que basta pasarse un algodón por la cara para darse cuenta de la suciedad que se pega en la piel -cuenta María Soledad Olmos, profesora de matemáticas de la escuela. Está en la oficina de la directora Asunción Martínez, quien reafirma con la cabeza sus comentarios. Dice que la preocupación es constante.
-Estamos a menos de un kilómetro de las chimeneas y desde el patio vemos el humo. En los últimos días ha sido bien blanco, pero nunca se sabe.
María Soledad la escucha y agrega:
-Todos hablan de Puchuncaví, aquí sucede lo mismo. Lo que pasa es que la gente tiene miedo de hablar, y en esta ciudad hay tantos otros problemas que la contaminación pasa a segundo plano. Es como si asumiéramos que tenemos que vivir con ella.
Oscuridad de un pueblo
Tocopilla, literalmente está sumida en la penumbra. Es una ciudad con 25 mil personas que está encajonada entre el mar y grandes cerros pardos. Su paisaje urbano es taciturno: un casco histórico de casas con fachadas desteñidas y polvorientas; nuevas poblaciones que se encaraman en las alturas, campamentos de emergencia heredados del terremoto que la azotó hace cinco años y un centro comercial que languidece por la falta de movimiento. Las calles centrales son de asfalto; en las poblaciones hay rutas de tierra. No se diferencian. Todas lucen negruzcas. Cubiertas de una capa sólida, pero empalagosa.
Este panorama -ya abatido- se contrapone con un cordón de industrias mineras, portuarias y termoeléctricas que se emplazan en el sector centro-sur de la ciudad, en pleno radio urbano. Un horizonte en que sobresalen las cuatro chimeneas de las empresas termoeléctricas instaladas en la ciudad: E-CL y Norgener. Sus instalaciones no son las únicas que rigen el ambiente productivo. También están las plantas de las firma Soquimich, la refinadora de cobre Lipesed, otras pequeñas empresas de chancado de minerales o producción de áridos, y los antiguos emplazamientos de la Compañía Minera de Tocopilla, que se instaló en 1918 y adelantó el futuro obrero de la ciudad. Hoy sus instalaciones están en desuso: la empresa tiene concentrada sus operaciones mineras en sectores interiores de la provincia, pero quedan las arenas oscuras de la playa cercana -antiguamente llamada El Salitre, ahora conocida como El Panteón- como evidencia de los contaminantes -residuos minerales, carbón y hasta derrames de petróleo- que dejaron sus faenas.
-En el verano, pese a que la toxicidad es evidente, esa playa se llena de gente. Y durante el año algunas escuelas y liceos llevan a sus alumnos a realizar actividades, a correr por el sector, porque no hay otros espacios donde hacerlo -dice Elizabeth Jiménez, presidenta de la agrupación de padres y apoderados de Tocopilla y miembro de la mesa de diálogo del plan de descontaminación que el gobierno inició en 2011.
Una de las principales preocupaciones de esta mesa -en la que participan autoridades regionales y locales, representantes de las empresas y organizaciones ciudadanas de Tocopilla- son los efectos que el estado de Zona Saturada de Contaminación provoca y provocará en sus habitantes. En todo caso, la ciudad comparte este rótulo con otros once sectores del país como Puchuncaví, Temuco y Padre Las Casas, el valle central de la Sexta Región y la Región Metropolitana.
Aunque Calama y las salitreras de Pedro de Valdivia y María Elena son los otros dos lugares de la Segunda Región saturados por los efectos contaminantes de la industria y minería, en Tocopilla la situación cada vez se hace más compleja. Distintos estudios y registros revelan que la ciudad tiene altos índices de cáncer y enfermedades cardiovasculares.
En noviembre del año pasado se hizo público el Registro Poblacional de Cáncer de la Segunda Región: un catastro realizado por la Secretaría Regional de Salud, que abarca el quinquenio 2003-2007 y que establece que de 5.884 casos analizados (52,6 por ciento de hombres y 47,3 de mujeres), las defunciones por esta enfermedad llegaron a 3.459 casos (58,1 por ciento de hombres y 41,9 de mujeres).
El entonces Seremi de Salud, el doctor Marcos Madrigal, reveló la información y declaró a la prensa su preocupación: "Nos encontramos con que superaban la media nacional: de 130 muertes por 100 mil habitantes y vimos que en algunas zonas triplica o duplica esa media nacional". Luego de sus opiniones, Madrigal fue alejado de sus funciones.
El presidente del colegio Médico de la Segunda Región, el doctor Aliro Bolados, reafirma los datos del registro y asegura que entre todas las localidades analizadas, la situación de Tocopilla es la más compleja. El registro dice que Tocopilla tiene 311 casos de cáncer sobre 100 mil, lo que indica el doble del promedio regional y el triple del promedio nacional.
-Esta región es una zona minera que hace un gran sacrificio por la economía y el progreso del país, pero que no es reconocida. Especialmente los habitantes de Tocopilla, quienes llevan décadas sometidos a un alto grado de contaminación de los más diferentes tipos. El arsénico que hasta los años 80 estaba presente en sus aguas, los residuos que dejó la Minera Tocopilla en sus playas y ahora las termoeléctricas que contaminan el aire con material particulado de sus chimeneas, que durante años utilizaron combustible de mala calidad. Todo esto ha provocado en la población un daño irreversible -dice Aliro Bolados, quien cita una exposición que el académico de la Facultad de Medicina de Universidad de Chile Andrei Tchernitchin dictó el año pasado sobre la contaminación en la Segunda Región.
La preocupación del doctor Bolados fue avalada por el estudio "Estado del Medio Ambiente 2011", presentado hace dos semanas por el Ministerio del Medio Ambiente y que incluyó a todas las regiones del país. El informe confirma que Tocopilla es la comuna que tiene mayor contaminación en el aire de la región, ya que sobrepasa la media anual nacional de MP 2,5: material contaminante compuesto por partículas suficientemente pequeñas, que penetran en las vías respiratorias, hasta llegar a los pulmones y alveólos, aumentando el riesgo de mortalidad prematura por efectos cardiopulmonares, en exposiciones de corto y largo plazo.
El estudio dice que el puerto de Tocopilla tiene 25 microgramos por m3, Antofagasta 9, Mejillones 12 y Calama 14,5. La media anual es de 20 y no está permitido excederla, según las normas primarias de calidad del aire, expuestas en el informe ambiental.
-Nosotros no lo notamos, porque ya nos acostumbramos, pero la gente que no vive aquí apenas llega a la ciudad siente picazón en la garganta y le cuesta respirar -dice Lina Aste, una profesora jubilada.
Lina Aste vive en el sector sur de Tocopilla -supuestamente el sector más libre de carboncillo y de contaminación- pero desde el año pasado comenzó a juntar en bolsitas plásticas el polvo negro que encontraba en su antejardín de cerámica blanca.
-Aparecieron unos hombres de una de estas plantas, recolectaron muestras y se fueron. Yo comencé a hacer lo mismo. Cada vez que lo miro me convenzo más de que es tóxico, es más grueso y oscuro que la ceniza. Y si eso es lo que está en el aire, la situación es peor de lo que dicen.
Incertidumbres en el aire
El 23 de enero de este año murió Luis Patricio Barraza, el único hombre de los tres hijos de Ana Zepeda. Tenía 21 años, había egresado del liceo politécnico de Tocopilla y hace un año estudiaba Ingeniería Civil en Minas en Antofagasta. Cuando estaba terminando el primer semestre de 2011 comenzó a sangrar por la nariz y a sentir fuertes dolores de cabeza. Su madre -quien entonces manejaba dos puestos de ventas de mariscos en Tocopilla- viajó para acompañarlo en sus exámenes médicos, aunque presentía que sólo se trataba de un resfrío. Su conjetura erró: el diagnóstico médico reveló un cáncer nasofaríngeo, un extraño tumor ubicado entre la garganta y el oído. En el caso de Luis, el tamaño del tumor superaba lo visto por los médicos antofagastinos. 
Catastrófico, agresivo, rarísimo, de difícil tratamiento. Todos esos fueron los comentarios que escuchó Ana Zepeda sobre las posibilidades de tratamiento para su hijo. Esos mismos comentarios la hicieron trasladarse a Santiago para buscar ayuda médica, vender los carros donde comercializaba sus productos, pedir un préstamo a una financiera y finalmente sortear su casa en una rifa. Eso, además de un televisor, dos cocinas de cuatro platos, una enceradora, un horno microondas y un juego de loza. Diez mil pesos el número para costear sus deudas.
-Mi hijo murió y tengo que hacer el sorteo a fines de este mes. Su muerte fue producto de la contaminación. En el centro de tratamiento, la Fundación Arturo López Pérez, donde siguió su quimio y radioterapia, me dijeron que ese tipo de cáncer demora en desarrollarse ocho años y frecuentemente es ocasionado por la exposición a contaminantes del aire -dice Ana Zepeda. 
Ana cuenta que su hijo durante su época escolar, cuando estudiaba metalurgia, trabajó durante unos años en la Planta Diana de la Compañía Minera Tocopilla, que está ubicada en la entrada sur de la ciudad. Ahí se hacían labores metalúrgicas, había piscinas de ácido y se tiraban los desechos al mar.
-Entonces pasaba resfriado, pero como todo el mundo tose aquí, nunca le prestamos importancia -explica Ana Zepeda.
La historia de Luis es una de las 500 que están registradas en los archivos de la Adaec, una organización que se creó hace diez años para ayudar a los enfermos de cáncer en Tocopilla. La preside Edith Araya, quien vivió durante dos décadas en Suecia y tuvo una hija que murió de cáncer. La Adaec colabora con la compra de remedios, consigue tubos de oxígeno y otros elementos necesarios para los enfermos. También gestiona operativos de especialistas, porque en el Hospital de Tocopilla sólo existen médicos generales. 
-La gran mayoría de las personas a las que ayudamos sufre cánceres pulmonares, cérvico uterinos, gástricos. Hay casos de gente muy joven con melanomas gigantes, niños con afecciones pulmonares. Casi todas las personas inscritas en nuestras carpetas están muertas -explica Silvia Galleguillos, encargada de pacientes de la agrupación. Esta mujer -cuyo padre murió de cáncer al pulmón- maneja dos carpetas. En la primera tiene las fichas de los pacientes que fallecieron: suman más de 450. En la otra, los que aún están vivos: 50 personas.
-Hay que aclarar que perdimos gran parte de nuestro registro durante el terremoto, porque nuestra antigua sede se derrumbó. Las que tenemos aquí son fichas que pudimos rescatar. Si no tendríamos más enfermos registrados -explica Silvia Galleguillos.
-Tampoco están todos los que murieron antes de que existiera esta agrupación y de que se hablara de los problemas que producía la contaminación. Tocopilla arrastra una cifra fantasma de gente que ha sacrificado su salud por la minería, el gran negocio de Chile -comenta Edith Araya, la presidenta de la agrupación, y mira las chimeneas que se divisan a lo lejos desde su casa.
En busca de soluciones
Hace poco más de dos meses, el 3 de abril, la ministra del Medio Ambiente, María Ignacia Benítez, visitó Tocopilla para inaugurar el Sistema de Vigilancia de la Calidad del Aire: un método que permite visualizar en línea y en tiempo real, la información que registran las estaciones monitoras, ubicadas en sitios estratégicos de la ciudad. Los datos recolectados pueden ser revisados vía internet en el portal Sistema de Información Nacional de Calidad del Aire (Sinca), del Ministerio del Medio Ambiente (www.sinca.mma.gob.cl). 
Según explicó entonces la ministra, esta herramienta busca contribuir de manera activa a la protección de la salud de la población, promoviendo la difusión de información oportuna y confiable sobre los niveles de concentración de contaminantes en las cuatro estaciones dispuestas en el sector de Gendarmería, la Escuela Bernardo O´Higgins, la Gobernación Provincial y el cuartel de Bomberos.
-La idea es darnos cuenta a tiempo de cómo se mueven los contaminantes en el aire. Tenemos claro que en el caso de Tocopilla la principal fuente de contaminación son las termoeléctricas, pero eso no significa que no existan otros puntos de conflicto como Soquimich, Lipsed y otras fuentes más pequeñas. Sin olvidar que el panorama se agravó luego del terremoto de 2007 con las demoliciones y los vertederos de basuras, donde regularmente se provocan quemas que afectan la calidad del aire. De hecho la primera situación complicada desde que se instaló el sistema fue una de estas quemas ilegales -explica Hugo Thenoux, secretario regional ministerial del Ambiente de Antofagasta.
En la secretaría regional ministerial de Salud de Antofagasta, además de organizar una mesa intersectorial de salud del cáncer, con el fin de generar lineamientos de prevención en los sitios críticos de Tocopilla, también tienen proyectado un plan especial de descontaminación. Se trata de una serie de medidas que las empresas emisoras de contaminantes deben implementar para disminuir la polución.
Beatriz Monreal, directora de comunicaciones de la empresa termoeléctrica E-CL, dice que con "las medidas tomadas por la compañía y las demás industrias presentes, la calidad del aire de la ciudad ha mejorado ostensiblemente, reduciendo las emisiones en un 70 por ciento en los últimos cinco años. E-CL está invirtiendo en la actualidad cerca de US$ 100 millones en la Central Tocopilla, como parte de un plan para modernizar las instalaciones, y este mes inaugurarán el primer filtro de mangas: tecnología, que permite captar buena parte de las partículas, ayuda a reducir aún más las emisiones y lograr niveles más bajos que los exigidos por la ley".
En Norgener anunciaron una inversión de 130 millones de dólares en las unidades 1 y 2 de su central en Tocopilla. La inversión involucrará la instalación de filtros de manga, lo que implicará -según dice la empresa- la reducción de material particulado en un 88 por ciento.
En Soquimich aseguran que su participación en el material particulado alcanza sólo un 0,2 por ciento del total emitido en la ciudad. También implementaron medidas de mitigación "que han logrado reducir las emisiones tres veces más de lo requerido". Para asegurar que la carga de productos se realice de forma controlada se toman en cuenta las condiciones meteorológicas y utilizan correas transportadoras y brazos mecanizados cubiertos.
-La descontaminación de Tocopilla es un proyecto a cuatro años y nos ayudan mucho las normas de termoeléctricas que entraron a funcionar en enero -explica el Seremi del Ambiente.
En Tocopilla, luego de la desorganización en los grupos medioambientalistas que antes del terremoto de 2007 organizaban marchas por la ciudad para exigir la baja en los niveles de polución, las organizaciones sociales se están reagrupando. Maritza Pino, presidenta de la Unión Comunal de Juntas de Vecinos de la ciudad, tiene claro que ahora necesita fiscalizar más que nunca que las promesas se cumplan. Que tiene que estar atenta para que el humo de las chimeneas no siga ensombreciendo la ciudad.
-Es tiempo de que se deje de sacrificar Tocopilla en beneficio del progreso del país, mientras nosotros vivimos en el olvido -dice, mientras mira la ciudad desde una loma en la salida norte. El sector se llama Los Cenizales, porque ahí depositan las cenizas de sus chimeneas.
Oscurece. Las luces se encienden a lo lejos. Maritza dice con tono a medio camino entre la ironía y la resignación:
-Esta es la única hora en que el polvo que cubre la ciudad no se nota.
"El polvillo no salía de la ropa. Y comenzaron las molestias físicas, los ahogos. (...) porque no hay que ser científico para saber que ese polvillo es tóxico".
El plan de descontaminación de tocopilla ya está en marcha, pero sus habitantes desconfían: "Es hora de que se deje de sacrificar esta ciudad".
Revista Ya 

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