Proyecto Fénix y el necesario rol que cumplen los cargantes




Por Patricio Segura Ortiz Periodista 

"La guerra del fuego", película de 1981 dirigida por el minucioso Jean-Jacques Annaud, relata la permanente lucha de tribus premodernas por apropiarse del preciado elemento, el fuego, ante la imposibilidad de la mayoría de los neandertales, homo erectus y homo sapiens de la época de generarlo autónomamente. Por ello, cuando se logra recuperar aunque sea una diminuta llama (de un bosque incendiado o arrebatándosela a un clan rival) es menester cuidarla por todos los medios: protegiéndola del viento, el agua, la falta de combustible de relevo y de todas las amenazas presentes en las largas travesías en búsqueda de un lugar de cobijo donde encender una nueva fogata para alimento y calefacción.

En los últimos meses y años, nuestro país ha tenido sus propias hogueras. El movimiento Patagonia sin Represas, las movilizaciones estudiantiles y el Movimiento Social por Aysén han representado verdaderos incendios sociales, no sólo por la fuerza que han impreso y demostrado, sino porque buscan calcinar el viejo pacto social, económico, político y ambiental chileno, para que resurja, de entre las cenizas, un nuevo Chile. Todas luchas integrantes de un verdadero Proyecto Fénix (como la mitológica ave que renace cada 500 años de sus carbonizados despojos), plan colectivo sinérgico -ni fantasioso ni mítico- que sueña y trabaja por la refundación nacional.
Tal es el rol de Patagonia sin Represas. Un movimiento social, en el entendido que éstos son los que no apuntan sólo a la coyuntura ni a la anécdota, sino que su objetivo final es el entramado institucional que es necesario desarmar y rearmar para que sirva de verdad al interés superior y colectivo de los chilenos y no, como hoy ocurre, de la banca, las universidades y clínicas privadas, las AFP's, las isapres, las corporaciones eléctricas, mineras y de todo tipo, las multitiendas, y todos los grupos económicos que se sirven de los territorios y de los bolsillos de la mayoría.
Quienes nos movilizamos por Patagonia sin Represas queremos cambiar Chile y Aysén. Porque sabemos que si no lo hacemos, aunque logremos que HidroAysén y Energía Austral desistan de sus faraónicos proyectos, mañana los tendremos con otro nombre, que puede ser nuevamente represas, o mineras, forestales, salmoneras, grandes áreas de conservación. E incluyo especialmente estas últimas entendiendo que cualquier intervención o decisión a gran escala en los territorios debe considerar la opinión de la ciudadanía, parecer vinculante al que se llegue mediante procedimientos informados, democráticos y legitimados.
Como en todo proceso de movilización general, la participación de la ciudadanía se da por oleadas. Las protestas post 9 de mayo de 2011 luego de aprobarse HidroAysén fueron las mayores expresiones ciudadanas en la calle desde el fin de la dictadura de Pinochet. Algo que repetimos durante las jornadas de febrero y marzo de este año, donde Patagonia sin Represas apoyó desde las organizaciones y ciudadanos que queremos una consulta regional sobre los proyectos hidroeléctricos. Nuestra causa no está basada exclusivamente en lo económico, no se arregla con subsidios, bonos ni planes hoy necesarios por la urgencia que imprime la desigualdad, nuestra lucha se sustenta en el derecho a decidir la región que queremos. Queremos recuperar el poder para la gente, queremos, en el fondo, transformar el Chile que conocemos.
Pero esta tarea no es sencilla. Requiere compromiso y persistencia. Requiere ser cargantes, porque no todos están disponibles para movilizarse en todo momento.
Eso fuimos la última semana, cuando el martes 8 de mayo, el miércoles 9 y el sábado 12 nos reunimos como Movimiento Ciudadano Patagonia sin Represas en las calles de Coyhaique para reclamar por lo inaceptable e impulsar verdadera justicia socioambiental. Bajo la mirada de muchos que seguro pensaban "ahí van otra vez".
Y tal rol es uno necesario y esencial. El de los protectores de la llama de la esperanza en esas travesías por territorio hostil: ¿qué más hostil que una institucionalidad construida para la depredación, el adormecimiento de la necesidad de participar y el despojo de los ciudadanos? Esa llama que es esencial mantener encendida, siempre encendida, para iluminar el camino por el cual debe el país transitar. Esa llama que, también, servirá mañana para encender nuevamente la hoguera de la sociedad más justa que queremos y soñamos.

Fuente: El Divisadero. Fotos: cinetube24.com

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