¿Y si seguimos el ejemplo de Italia?





Tras el referéndum italiano


Salvador López Arnal




Alemania abandonará la era atómica aproximadamente en una década. No sólo es eso siendo mucho. Nada menos que la cuarta economía del mundo y la primera potencia económica europea dice adiós a la industria nuclear. Eso sí, sin olvidar su tenebroso legado: toneladas de materiales radiactivos que tendremos que vigilar y controlar durante generaciones y generaciones. No ha regido, en absoluto, el imperativo categórico kantiano que ampliara y revisara Hans Jonas. Más bien lo contrario: después de nosotros, el diluvio.
Italia, por su parte, la Italia de Gramsci, Togliatti, Berlinguer y Rossana Rossanda ha dicho NO a la energía nuclear. Como en sus mejores tiempos que son muchos. Dos veces en apenas 25 años. Esta vez fueron convocvados unos 50 millones de ciudadanos. Votaron más de 27 millones, el 57% (en las elecciones municipales de Barcelona la cifra se quedó en un 53%). Un éxito casi sin precedentes. De los votantes el 95%, más de 26 millones, emitieron un NO rotundo a la opción nuclear.
¿Y si seguimos el ejemplo italiano y generamos en España un potente movimiento social que desemboque en una iniciativa popular legislativa? ¿Por qué no un referéndum en España sobre el futuro de la energía nuclear (que siendo, además, un precedente para la elección de la forma de Estado?
¿No hay condiciones? No nos engañemos esta vez. Existen condiciones: optimismo en la voluntad y, en este caso, confianza en la inteligencia.
Las razones se amontonan para ello. La industria nuclear y sus alrededores no sólo veneran, abonan y extraen intereses inconmensurables de una energía que no es barata ni limpia ni segura ni pacifica, sino que, además, está inmersa en la manipulación y en las tinieblas del ocultismo. Un ejemplo. Según informa Nature [1], científicos de los estados miembros de la Comisión del Tratado de Prohibición de los Ensayos Nucleares (TPCEN) solicitaron a este organismo que depende las Naciones Unidas, en su última reunión celebrada en Viena a principios de junio, la publicación de los datos sobre los niveles de radiación detectados en Fukushima. Aunque parezca increíble los resultados del análisis del aire tres dias después del desastre, de esa inmensa hecatombe de la que tardaremos en conocer todos sus nudos, se transmitieron a la TPCEN que los compartió con los gobiernos de los países que forman parte de la comisión pero no, en cambio, con las comunidades científicas implicadas. La cosa no es baladí: romper el secretismo de esa información, romper el secreto de esos datos, ayudaría a los especialistas a comrpender, por ejemplo, “por qué la radiación se extendió tan rápidamente hasta el hemisferio sur”. Pero hasta ahora, vale la pena insistir, el secreto ha estado en el puesto de mando de la comisión y de los gobiernos. Incluso en momentos como los estamos viviendo. ¿Por qué? Estamos en nuestro derecho de pensar lo peor.
¿Hay que continuar apostando por este tipo de energía o hay que seguir más bien el ejemplo italiano? La pregunta es retórica y la senda está muy bien indicada.

Notas:
[1] Tomo la información de Público, 14 de junio de 2011, p. 19.


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España: encuesta del CIS de mayo de 2011
Una ciudadanía masiva y documentadamente antinuclear

Salvador López Arnal
Rebelión

España no es sólo el país de Queipo del Llano, del general africanista, golpista, dictador y asesino, de la CEDA, del ‘¡Muera la inteligencia!”, del carnicero de Málaga o de Manuel Fraga y sus calles y plazas públicas en propiedad (¡qué risa doña Sofía!). También es el país de Antonio Machado, de Federica Montseny, de Enrique Ruano, de Salvador Puig Antich, de Txiki, de José Manuel Naredo, de Francisco Fernández Buey, de Belén Gopegui o del presidente resistente Juan Negrín. Se nota, se hace notar. Aunque a veces lo olvidemos, ese “humus” crea cultura, rebeldía y tradición de resistencia.
El CIS publicó el pasado jueves, 9 de junio de 2011 [1], un barómetro donde recoge la opinión de los/as ciudadanos españoles sobre la industria nuclear. La encuesta se realizó entre el 3 y el 11 de mayo. Vale la pena apuntar algunos de los datos más significativos:
.Porcentaje de ciudadanos/as españoles que están totalmente en contra, en contra o más en contra que a favor de la energía nuclear: 59,4%.
.Porcentaje de ciudadanos que están totalmente a favor: 2,8%. Porcentaje de ciudadanos que están totalmente en contra: 19,6%
. Porcentaje de ciudadanos/as que están totalmente a favor, a favor o más a favor que en contra de la energía nuclear: 25,8% (la cuarta parte).
. Porcentaje de ciudadanos que no se posiciona sobre el tema: sólo el 4,7%.
. Porcentaje de ciudadanos que, en escala de 0 –“Nada peligrosa”- a 10 –“Extremadamente peligrosa”-, tal como si fuera la calificación de un examen, cree que la industria nuclear es peligrosa (5-10): 83,3%
. Porcentaje de ciudadanos que creen que la energía nuclear no es nada peligrosa: 0,4%.
.Porcentaje de ciudadanos que creen que en el caso de la energía nuclear los riesgos superan a los beneficios: 51,9% (porcentaje de ciudadanos que, en general, y contrariamente al anterior resultado, cree que los beneficios generados por el desarrollo tecnológico y científico es superior a los riesgos: 50,2%).
. Porcentaje que cree que los beneficios superan a los riesgos en el caso de la industria nuclear: 31,9%.
. Porcentaje de ciudadanos que cree que los medios de (des)información subestiman los riesgos de la energía nuclear: el 40,6%.
Por lo demás, cuando se pregunta a los ciudadanos por la política que debería seguirse en España en el futuro respecto a la energía atómica la opción mayoritaria apuesta por no construir más centrales y, además de ello, por cerrar las centrales existentes dentro del plazo marcado por su vida útil.
No es ninguna apuesta sin base, no lo ha sido nunca, vindicar el cierre de las centrales nucleares. Una fuerza netamente favorable durante décadas, una fuerza política que hace muy poco había abonado la prolongación de la vida de las centrales (¡septiembre de 2010!), ha cambiado de opinión. Fukushima y el movimiento antinuclear han sido las causas. La CDU de Merkel, nada menos que la CDU, defendió el miércoles, 8 de junio [2], ante el Bundestag, el abandono de la era atómica en la cuarta potencia económica del mundo, en el primer país económico europeo. Las ocho centrales cerradas provisionalmente nunca más volverán a conectarse y las 9 restantes se irán apagando entre 2015 y 2022. Las energías renovables deberán generar el 80% de la energía consumida en Alemania en 2050.
Alejando Nadal, uno de estos singulares e infrecuentes economistas de los que siempre se aprende, y mucho más que de una estricta aproximación económica a los asuntos tratados, ha señalado uno de los nudos esenciales que empezamos a conocer de la situación [3]. “Poder, mentiras y secuencias recombinadas” podía ser el título. Con sus documentadas palabras: “La secuencia según TEPCO fue la siguiente. Primero, el terremoto dejó indemne la integridad de los reactores. Segundo, el tsunami interrumpió el flujo de energía en la zona e inundó las salas de máquinas de los generadores de respaldo en la planta. Tercero, la pérdida de refrigerante provocó el sobrecalentamiento, la acumulación de hidrógeno y las subsiguientes detonaciones en las unidades 1, 2 y 3”. Hoy sabemos, prosigue Nadal, que esta versión de los acontecimientos es inexacta, falsa más llanamente, y que el orden de los acontecimientos es importante, no es asunto marginal, “porque si las unidades de la planta fallaron debido al terremoto, la normatividad antisísmica debe ser revisada en todas las plantas, y no sólo la relacionada con riesgos de tsunami”. Las plantas existentes deberían adecuarse a una normatividad más estricta y eso, señala el gran economista mexicano (¿para cuando su candidatura al Nobel?), es sin duda un duro golpe para la industria nuclear. “Una de las implicaciones de estas dos revelaciones (fusión del núcleo y daños por el terremoto) es que los diversos sistemas de la planta sufrieron daños severos que explican la liberación al ambiente de cantidades muy importantes de material radiactivo, tanto en el mar, como en la atmósfera”. Hoy, señala finalmente Nadal, “se sabe que los acuíferos subterráneos corren peligro”.
Vale la pena repetirlo: ni barata ni segura ni limpia ni pacífica ni basada estrictamente en inversiones privadas a pesar de que en la mayoría de los países son privadas las corporaciones propietarias y gestoras.
PS: Haruki Murakami dictó una conferencia de agradecimiento por el Premio Internacional de Catalunya el pasado jueves, 9 de junio en Barcelona. En la plaza de Sant Jaume, la ex plaza de la República, donde está ubicado el edificio de la presidencia de la Generalitat, trabajadores de Alstom denunciaban con razón y rabia su situación. El escritor japonés no se cortó ni un pelo, estuvo a la altura de las circunstancias: la situación actual en Japón ha estado provocada por la obsesión por la eficacia de fabricar energía nuclear. Los japoneses, dijo alzando la voz enérgicamente, “deberíamos haber continuado diciendo NO a la energía nuclear”. Los 80 mil euros del premio los destinará a las asociaciones que agrupan a víctimas del terremoto de marzo de 2011.
Notas:
[1] Tomo pie en el artículo de Javier Salas, “Fukushima inclina a los españoles contra las nucleares”. Público, 10 de junio de 2011, p. 42
[2] Patricia Baelo, “Merkel pide al Parlamento que apruebe el parón atómico”. Ibidem, p. 42
[3] http://www.jornada.unam.mx/2011/06/08/index.php?section=opinion&article=032a1eco
[4] Véase la entrevista de Antonio Cianciullo a Carlo Rubbia: “Energía nuclear: Razones para rechazarla y alternativas” http://www.rebelion.org/noticia.php?id=130196 (traducción de Gorka Larrabeiti).
[5] Lídia Penelo, “Hauríem d’haver dit “No” a l’energia nuclear”. Público, p. 7 (edició catalana).

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