Comprueban que la radiación que despide Fukushima puede matar








El director de la administradora de la central nuclear japonesa lloró ante los periodistas cuando informó que las autoridades elevaron de 4 a 5 el nivel de riesgo de contaminación en cercanías de la planta. El máximo es de 7.
 
Japón elevó la gravedad del accidente de Fukushima al nivel 5, dos escalas menos que el máximo, mientras que camiones cisterna del ejército reanudaron ayer el lanzamiento de agua en el edificio que alberga el reactor número 3, por lo que se redujo algo la presión en la cámara del reactor. Sin embargo, en los otros dos bloques, que fueron desactivados automáticamente tras el sismo de hace ocho días, los valores dados a conocer ayer presentaban una tendencia ligeramente ascendente. 
En el lugar donde se aplicó la refrigeración de emergencia en el bloque 3 con cañones de agua, Tepco −administradora de la planta− intentará hoy poner en funcionamiento la refrigeración regular para los bloques de reactores 1 y 2 y mañana les seguirán los bloques 3 y 4, para lo que se colocó un tendido de corriente de alta intensidad hacia la central de Fukushima. Pero aún no queda claro hasta qué punto sigue siendo operativa la técnica de los sistemas de refrigeración tras las explosiones en los bloques de los reactores 1 a 3 y el incendio en el reactor 4.
La Agencia de Seguridad Nuclear elevó la gravedad del accidente del nivel 4 al 5 en la Escala Internacional Nuclear y de Sucesos Radiológicos (INES) de entre 0 y 7. La categoría 5 es el nivel que, en base a la clasificación de la Agencia Internacional de Energía Atómica, puede provocar “muchas muertes por radiaciones”.
El director de la Tepco, Akio Komiri, estalló en lágrimas frente a periodistas después de que el gobierno  admitió que las radiaciones que salieron de sus reactores son tan poderosas como para matar a muchos de sus conciudadanos. 
Durante días, especialistas independientes acusaron a Japón de haber minimizado el alcance del desastre que ahora está oficialmente en el nivel del accidente de Three Mile Island, ocurrido en Pennsylvania en 1979. Por eso, el primer ministro japonés, Naoto Kan, rechazó ayer que su gobierno ocultara información sobre la situación en Fukushima: “Yo mismo y el portavoz del gobierno dimos toda la información que teníamos”, dijo durante una rueda de prensa.<
Dpa, Ansa, Efe.

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Dentro de la ciudad japonesa amenazada por la radiación
'¡Hasta que la radiactividad os mate!
David Jiménez

Ante la encrucijada de sacrificar la vida de decenas de hombres o dejar completamente fuera de control la central de Fukushima, el Gobierno japonés no ha dudado hasta ahora: "El abandono es imposible". Cuando hace dos días la empresa Tepco decidió sacar indefinidamente a los últimos operarios de la planta, temiendo que sufrieran dosis letales de radiactividad, un directivo consultó con el primer ministro, Naoto Kan. El líder japonés se negó alegando que los empleados deben asumir la posibilidad de perder la vida en su intento de salvar al país de un desastre nuclear.
"Si el abandono es imposible, [Kan] nos estaba diciendo: 'Seguid hasta que la exposición a la radiactividad os mate'", ha revelado el directivo de Tepco al diario japonés 'Mainichi'.
Un número variable de trabajadores -entre 50 y 300- siguen luchando para controlar los cuatro reactores de Fukushima que se encuentran fuera de control y amenazan con una fusión de sus núcleos y una fuga masiva de radiactividad. Los empleados que continúan en la central son hombres anónimos y casi todos mayores de 60 años. Algunos no cobran más de 80 euros al día por su trabajo. Nagase, un veterano de la Segunda Guerra Mundial de 89 años que vive como refugiado en el Centro Deportivo Azuma, en la ciudad de Fukushima, asegura que no ha sido el dinero o el reconocimiento lo que les ha llevado hasta allí. "Llevan dentro el yamato-damashii", dice del 'espíritu japonés'.
La idea tiene connotaciones negativas para quienes la identifican con la prepotencia y el nacionalismo radical que llevó a Japón al desastre de la Segunda Guerra Mundial, pero en su versión más amable reúne los conceptos del valor, patriotismo y dedicación al bien común por encima del interés individual. El hecho de que los voluntarios que trabajan en la central sean en su mayoría jubilados es un síntoma de la crisis de consciencia colectiva que vive Japón, a los ojos la primera generación de la posguerra.
Profesores de escuela, políticos y abuelos lamentan que un individualismo de influencia occidental se esté extendiendo entre la juventud y debilitando la disciplina social de la nación. La forma en que los japoneses han desabastecido comercios y gasolineras, a pesar de las peticiones del Gobierno para que lo evitaran, es presentada como prueba definitiva de que los aspectos más positivos del 'yamato-damashii' están en decadencia.
Tres generaciones de japoneses viven como refugiados en el pabellón del Centro Deportivo Azuma. Los mayores sufrieron la Segunda Guerra Mundial y crecieron en la necesidad del sacrificio propio para sacar adelante un país en ruinas. Sus hijos se beneficiaron del milagro japonés que en los años 80 convirtió la nación en una potencia económica. "Mis nietos sólo piensan en lo que va a comprar mañana", dice el anciano Nagase, que vuelve a vivir como un refugiado, más de seis décadas después de haberlo hecho en su ciudad natal, Tokio, tras la rendición japonesa.
Jóvenes y mayores sólo tienen palabras de agradecimiento para el grupo de trabajadores sin rostro que continúan la lucha en la central nuclear, situada a 60 kilómetros de distancia de aquí. Dos de ellos se encuentran desaparecidos tras una explosión el pasado martes y varios más han resultado heridos. El Gobierno ha aumentado la dosis máxima de radiactividad que pueden recibir de 100 a 250 millisieverts, asegurándose que se mantienen en el frene de la crisis nuclear.
Yuta Ape, un profesor de inglés de 27 años que llegó de la ciudad de Sendai, dice que no imitaría a los héroes de Fukushima aunque le pagarán todo el dinero del mundo. Trabaja, sin embargo, desde el amanecer en la asistencia de las personas mayores que se encuentran en este refugio, busca donaciones para los damnificados y, cuando tiene tiempo, haciendo compañía a quienes han perdido a seres queridos. Se ve a otros muchos jóvenes echando una mano, prueba quizá de que el concepto de 'yamato-damashii' no ha muerto del todo. Simplemente ha dejado de significar lo mismo que para los 'kamikazes' que se arrojaban sobre buques americanos en tiempos de guerra.

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