La UNAM confirma contaminación de plantas originarias, por maíz transgénico


En México no existe una política pública para salvaguardar, de forma activa, precautoria y preventiva, el maíz, alimento básico para el país, y para otros pueblos del orbe, advirtió, en conferencia de prensa, la investigadora del Instituto de Ecología (IE) María Elena Álvarez-Buylla.
La contaminación de plantas originarias podría propiciar consecuencias negativas para planes futuros de mejoramiento de este importante cereal en el país y en el mundo. Además, preocupa la posible introducción de transgenes de maíz bio-reactor a la cadena alimenticia nacional, pues portan substancias como solventes, plásticos, químicos experimentales, y fármacos (anticuagulantes, vacunas, entre otros). La académica de la UNAM, confirmó la presencia de transgenes en maíces nativos de la Sierra Norte de Oaxaca, en colectas efectuadas entre 2001 y 2004, cuyos resultados se publicarán en un artículo de investigación básica, que aparecerá en el próximo número de la revista especializada Molecular
Ecology (MEC), y que realizó en colaboración con estudiantes y científicos de México, Estados Unidos y Holanda. El hallazgo de los universitarios es grave, pues demuestra la amplia capacidad de dispersión del maíz transgénico a zonas no autorizadas; con ello, se comprueba que esas variedades han logrado penetrar las especies nativas en regiones remotas, a pesar de la moratoria a la siembra de grano genéticamente modificado en el país. Recalcó Álvarez-Buylla que las investigaciones realizadas corroboran lo que otros estudios ya habían mencionado: que el maíz se mueve rápido a través del polen y las semillas, vehículos de genes y transgenes; en los cereales que importa México –varios millones de toneladas de procedencia de Estados Unidos– existen esos últimos, y algunos de ellos tienen sustancias que podrían cancelar la posibilidad de seguir consumiéndolo. Dada la dispersión del maíz genéticamente modificado, existe el riesgo biológico de que, eventualmente, lleguen a las variedades mexicanas y a la cadena de producción y consumo; los genes, una vez inoculados, producirían elementos que impedirían su ingesta, subrayó. En ese sentido, el académico de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, Antonio Serratos Hernández, consideró imprescindible implementar programas de apoyo para quienes cuidan y producen este cereal. Asimismo, subrayó la necesidad de una ley que incentive a los casi dos millones de pequeños productores que resguardan las cerca de 60 razas criollas de esa planta, y las más de nueve mil colecciones, lo que le da a la nación la mayor diversidad cuantitativa en el planeta. Esas disposiciones, que deben ser públicas, legales, sociales y económicas, deben desarrollar, además, métodos de mejoramiento, pues los maíces del país pueden tener rendimientos importantes. En tanto, la estudiante de doctorado del IE, y colaboradora en la investigación, Alma Piñeyro Nelson, comentó que muchas de las técnicas de laboratorio que se utilizan en otros territorios para detectar la presencia de transgenes, no funcionan al cien por ciento en variedades nativas. Pueden proporcionar información poco precisa e incurrir en falsos negativos, es decir, explicó, pueden no detectar transgenes en las variedades propias; ante la situación, urge que los métodos moleculares se adapten a las plantas mexicanas, muchas de ellas únicas en el mundo. El trabajo del grupo de Álvarez-Buylla puntualiza que los criterios de bioseguridad para un país que es centro de origen y diversificación del maíz, y otras especies de plantas cultivadas como México, no pueden ser los mismos que los empleados en naciones que no tienen ese papel, y con sistemas
agrícolas distintos.
La Jornada http://www.jornada.unam.mx/

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