Carta a la Sra. Presidenta de la República Argentina



Carta a la Sra. Presidente de la República Argentina, 
Cristina Fernádez de Kirchner, entregada en mano
en Mesa de Entradas Casa de Gobierno, 
a través del Dr. Oscar Parrilli, 
Secretario General de la Presidencia de la Nación, 
el día 21 de noviembre de 2008.


Señora Presidente: 
La Cordillera de los Andes contiene innumerables glaciares. Chile los tiene contabilizados; nosotros, en cambio, estamos atrasados en ese menester de saber qué glaciares hay, cuantos, cómo y dónde se hallan. 
Debo decirle señora, que un glaciar no necesariamente es aquel que ofrece las nieves perpetuas en sus cúspides, cuencas o valles de altura, a los que generalmente hacemos referencia cuando hablamos de masas de hielo acumuladas de manera secular. 
Un glaciar es también el hielo ancestral que debido a caprichos  de la naturaleza yace sumergido pero vivo en continuo movimiento aunque atrapado entre cúmulos de rocas que lo ocultan. Un glaciar suele ser el piso por donde transitan las orugas mecánicas y las perforadoras mineras a cuatro o cinco mil metros de altura, es la cuenca sólida que a modo de enorme cuenta gotas suministra el agua de la que dependemos. En realidad, Señora Presidente, hay glaciares visibles a simple vista en menor cantidad que los que se hallan cubiertos y que son enormes cuerpos de glaciares de roca. Son glaciares que cumplen requisitos que los definen como tales: materia que entra por arriba en forma de nieve, el hielo que se forma con el tiempo y que lentamente fluye por presión y la materia que nuevamente sale por abajo pero ahora convertida en agua. Un glaciar, Señora Presidente, es agua, pero nuestros ojos mortales sin estudios ni tecnicismos que nos lo expliquen sólo ven  rocas que dibujan el paisaje de una cordillera majestuosa pero frágil. Tan frágil como si el tanque de agua de nuestra casa fuera de cristal. Son glaciares que por ese destino despreocupado que nos caracteriza no los hemos observado y mucho menos estudiado, y tampoco les hemos puesto nombre. Buena parte de nuestros glaciares no tienen nombre: sin duda  es un dato que nos califica malamente. 
Le recomiendo Señora Presidente que lea con atención el informe de impacto ambiental de una empresa transnacional minera autorizada a operar en las alturas de nuestra cordillera andina. Se trata de una firma que se auto proclama responsable en su promocionada actividad extractiva y que supo ignorar la presencia de glaciares a la hora de entregar el informe de impacto ambiental  porque, claro está, parte del oro que intenta extraer yace debajo de masas glaciares que el pueblo chileno registró con los nombre de Toro I, Toro II y Esperanza. Fueron los vecinos chilenos del Valle del Huasco quienes asombrados por el desliz, descuido voluntario, deliberado o negligencia técnica de la minera Barrick Gold Corporation -pues de ella se trata-  reclamaron saber el destino de los glaciares citados sin aludir incluso a muchos otros que también se hallan amenazados, ausentes en el catálogo geográfico de las alturas andinas, y aún sin apellido. Ni que hablar del permafrost, los glaciares de roca y suelos congelados al que de ese modo apelan los científicos del sector, que en muchos lugares contienen más de 400 metros de hielo de espesor y cuya capa activa sucumbe al paso de los gigantescos transportes y máquinas mineras, generalmente mucho antes de someterla a explosivos. 
Los vecinos chilenos que reclamaron por semejantes omisión  recibieron como respuesta un plan de manejo de glaciares que consistía en trasladarlos a otro glaciar mayor de nombre Guanaco, que no sería intervenido. 
¿Cómo lo harán? pregunta el pueblo campesino del Valle del Huasco. 
¡Con palas mecánicas! espetó la firma que se jacta de minería responsable. La singular afirmación asombró a los especialistas del mundo porque  “desde el punto de vista científico no hay un paradigma que explique las consecuencias de una medida de esa naturaleza, ¡trasladar glaciares!. En la actividad económica hay ciertos límites que no se deben pasar; menos imaginar la supervivencia de los glaciares después de haber sido intervenidos”. (1) 
Señora Presidente, es probable que su agitada actividad conduciendo los destinos del pueblo argentino le impidan saber estas cosas, ciertamente no está usted obligada a tanta información. No obstante, cuando se trata de vetar una ley de protección de glaciares como usted ha hecho hace unas horas, no debería consultar a la pléyade de circunspectos asesores vinculados con las transnacionales mineras, socios de ellas y proveedores de insumos en el mejor de los casos, habituados a autorizar actividades extractivas a pesar de la contaminación, destrucción y saqueo del que participan, mediante el sistema a cielo abierto y el uso de reactivos químicos.   No deseamos que  usted entre en la historia por haber sido quien entregó los bienes comunes naturales ratificando las leyes que promulgó su antecesor de los años noventa, o por defender a empleados sobornados, porque es sabido que “donde existe daño ambiental y contaminación, hay un funcionario corrupto”.  Debo recordarle también que hace unos años, en la década a la que hago referencia, Néstor Kirchner gobernador de la provincia de Santa Cruz, hizo colocar un imponente cartel en la ciudad de Caleta Olivia,  mano derecha entrando en la provincia, y que usted seguramente recordará: “Los hielos continentales son tan argentinos como Anillaco”. Por entonces la disputa con el presidente riojano atraía comentarios semejantes que hacían referencia al pueblo del que es originario. Hoy creemos oportuno reflexionar de igual modo para recordarle a su gobierno que los glaciares de la Cordillera de los Andes son tan imprescindibles como los hielos continentales, que también son glaciares. 

 
(1)  Jean-Francoise Girard, presidente del Instituto de Investigación para el Desarrollo de Francia 

 
Javier Rodríguez Pardo 
Unión de Asambleas Ciudadanas(UAC) machsepa21@yahoo.com.ar 
011 1567485340 
RENACE  www.renace.net

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